miércoles, 16 de noviembre de 2011

NO OLVIDÉIS LA VASELINA EN LOS TACONES, CHICAS

En el desfile de majorettes para el 20-N no podía dejar fuera al ínclito Alfonso Ussía. La Razón me iba a afear el olvido. Cierto es que la minifalda le sentará mejor que un libro, seguro, o que un saber estar. Una cosa son los Manuales de Buenas Maneras y otra muy distinta Las Buenas Maneras Manuales. Onanismos aparte, un tipo como él está acostumbrado a los oropeles, así que tampoco se sentirá raro luciendo una compresa con lentejuelas, aunque esa humorada desvirtúe un poco la finura de su abuelo afluente, Muñoz Seca (empeorando lo presente, y en venganza, un genio), o la risa cuartelera de su tito, el contingente (Milán del Bosch) militar. Admiro su porte asqueroso, profiláctico, de los que beben el agua con cuchara y se tapan la boca al suspirar: no es más que la pose excluyente del hijo de los condes de los Gaitanes y la distinción de los que sólo pueden empalmarse en reflexivo o liberando de su dignidad a cualquier mucama del servicio doméstico, cuando no a una becaria del ABC. Admiro y respeto también la calculada distancia de sus fintas en tertulia, que otros llamarán cobardemente cobardía, pero que yo sólo considero impropias de un valiente. Admiro y estimo además la parábola de su sonrisa displicente, balística por elevación de su soberbia, aunque puede que el gesto sólo sea el síntoma que arrastra por tener la sangre azul Pelikan, esa intoxicación de la que no agacha cabeza... Y mira que me extraña, pero un hombre tan culto y hasta letrado tiene escribiendo los modales de un saco de lechones. Y peor sintaxis. Porque a la gente de común y sin palacios le propina un asco pudiente, clínico, de comisario de muestras. Acostumbrado a tratar con esa mercancía y a descartarla, el tratante gusta de la parodia para recrear la mofa entre sus iguales del castillo o de la capilla. Como el que imita los hablares de un sevillano en concreto, Ussía los de toda una población. Población no de encinas, que sería catastro; población de mindundis, que es censo, y hasta servidumbre. Él se sube al podium sin que haya competición alguna y señala a los perdedores, y encima pobres. Pero un día le dijeron en confesión que la masa tenía dinero, así, en general, y por aquello de la insoportable continuidad de los Derechos Humanos y la alta moribundia de los golpistas de más de 80 años, desde entonces se esnifa los terrones de las patatas como si fueran rapé: ah, la Democgasia, ah, la Democgasia... Por caer bien. Ahí le miras esa cercanía, por si al hombre le pasa algo, y confirmas que es un rictus. Pobrecilla majorette, a todo lo que tendrá que sobreponerse para no atizarnos con el bastón en el desfile de la victoria.

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