sábado, 31 de diciembre de 2022

LOS SÚPER PODERES DEL PAJARITO DE OJOS ENLOQUECIDOS...


Todavía recuerdo el punto de azufre y de mal rollo que se respiraba en Madrid cuando la visita de Benedicto XVI. El ambiente tóxico de sus babeantes seguidores llegados de todo el mundo y de toda la ralea de fascistas locales. Los zapatitos millonarios del pastor alemán perturbado, fanático, intolerante, amigo de los pederastas, de los corruptos... Qué estupefacción, qué mundo al revés... Esperanza Aguirre escondiendo a los pobres de la capital en cárceles improvisadas... Los confesionarios ambulantes con carteles en la entrada de pitonisas repartidos por el Retiro como garitas de guiñoles demoníacos... El horror del "santo padre"... El Papa emérito, como si se pudiera rascar más al fondo del contenedor de pudrición... Dios en la tierra... Un pajarito de ojos enloquecidos que ha muerto hoy por tercera o cuarta vez, como si realmente hubiera tenido poderes en algún momento... Y no los tuvo nunca más que para revolver las tripas a distancia, con solo aparecer por la tele, como el icono de un negocio de casquería. 
 

NINGUNA ESPERANZA PARA EL 2023


 

No es pesimismo, ni estoicismo... Supongo que es inercia. Esperar cosas, a ser posible buenas, suele generar frustración, desencanto. Como mínimo melancolía. Y ese es el fallo. ¿Qué se esperaba la paloma? ¿Migas? Pues lo mismo cabe pensar de las promesas que nos hace desde la distancia un año que se llama 2023 y del que no tengo ninguna referencia. Una higa de antemano (sic) para él. Me encanta el título (sub) del especial de Cachitos para Nochevieja (hoy, vamos): "Ya no hay nostalgia como la de antes". Una maravilla. Esos tíos poniéndole nombre a las cosas son la leche... Pues lo mismo para esta sensación premonitoria llena de presagios para el año nuevo: "Sin esperanza todo será mejor". Pues eso. Con mis mejores deseos.