lunes, 28 de julio de 2008

¿EL SEÑOR OSO?


Hay un anuncio de aspirina en la tele. Dentro de un avión, un señor trajeado coloca su equipaje de mano en el portamaletas de encima del asiento. Su hija ya está sentada. Él dice algo más o menos así (no son palabras textuales, seguro): "Mi hija siempre va con su señor oso. Yo siempre voy con mi aspirina". El señor oso es el peluche que abraza su hijita. La aspirina es la tableta de aspirinas que aprieta el aprensivo del papi en su mano. Parece que el inminente despegue del avión suscita reconocibles miedos en ambos. Lo que ocurre es que lo que la niña está abrazando es un CONEJO BLANCO de peluche, no un OSO. Cara de conejo, orejas enormes de conejo. Inconfundible. No es un oso.
Conclusión 1: la aspirina enloquece.
Conclusión 2: qué más da lo que digamos; la aspirina se vende sola.
Conclusión 3: la niña lleva años engañando a su padre.
Conclusión 4: hay un mecanismo inconsciente perverso descubierto por Bayer por el cual si alguien llama oso a un conejo en nuestra presencia, se apodera de nosotros una compulsión irrefrenable a comprar una tonelada de productos de la marca cada semana.
Conclusión 5: si la niña se siente segura abrazando un oso disfrazado de conejo blanco, las llamas del motor derecho del avión se apagarán en el momento en el que te tomes tu aspirina, descuida. Además, no está comprobado que las cabezas desprendidas de su tronco dejen de seguir doliendo, así que lleva tus aspirinas siempre contigo, por si acaso, rebeldón, que eres un rebeldón. Eso sí, sólo tienes que estar pendiente de tener la cabeza al alcance de la mano en todo momento. En caso contrario, que alguien te la alcance de una patadita.