MI MALA CABEZA
Ya no recuerdo si fue Caballero Bonald o Fernando Quiñones el que me llamó "burro" en una entrega de premios en el hotel Palace de Madrid, allá mediados los ochenta. Estaban patrocinados por una marca de zapatos o algo así, yo estaba allí en "calidad" de prensa acreditada (juás) y a mí me pareció que no se hacía justicia poética ni de la otra dándole el primer premio a un tipo que no me gustaba, objetivamente, ni por su aspecto ni por el título de su cuento. La objetividad siempre ha sido lo mío... Me levanté de la mesa, chasqueé los tacones y me largué de allí a paso militar, por no decir nazi o perroflauta reivindicativo, que viene a ser lo mismo. Buen vino, buen marisco, buena compañía, pero el premio una mierda. Y no recuerdo cuál de los dos estaba allí mirándome con ojos de basilisco desde la carísima tribuna de seda y gritándome "burro, pero qué burro". Ah, mi mala cabeza... Quiñones está muerto, el hombre, así que no hay anagnórisis ni CSI que me lo pueda confirmar ya. Bonald está vivo y tampoco sé. Desde luego, ninguna "burrada" con la que comparar mi recuerdo tras su discurso de super agradecimiento, oyes, por el premio Cervantes de este año. Lo más inapropiado que dijo fue algo sobre los "desahucios de la razón" (qué atrevimiento), no se vaya a molestar el ministro, el presidente o el que quiera que me va a extender el talón para las cuchipandas gaditanas. Tan bohemio y tan excéntrico y tan gran poeta, mira tú, pero firme ahí en su torre de marfil jerezano con su copita de manzanilla y sus ojos más para atrás que para adelante. Malas puñalás le den al que piense que era una oportunidad cojonuda para repartir un poco de estopa, ahora que me han puesto al lado de la mecha y con estos hijos de la gran puta llevándome el prepucio hasta el altar. Sí, ahora que he llegado donde la olla grande. A ti te voy a dar el gusto, perroflauta. Pero qué burra puede ser la gente, ¿verdad, majestad?