viernes, 29 de octubre de 2021

DESDE B.U.P.


He tenido compañeras de clase como Nadia Calviño. De primera fila, brillantes, eficaces, concentradas, panzers. Gerentes de su futuro antes que de su presente, que se lo saltaron marcialmente perdiéndose la juventud, el hedonismo y hasta la sexualidad. Los golfos las mirábamos pasar con prevención de insolventes ante aquellas sucursales piloto del Banco de España, pero también con respeto: eran especímenes superiores de la categoría de empollonas. Luego estaban las Yolanda Díaz, si tenías esa suerte de compartir aula con alguna de ellas: frescas, inteligentes, maniáticas, divertidas, fascinantes. Con cuatro o cinco futuros por delante, las Yolandas preferían un presente de fiesta, cagadas, carreras equivocadas, abortos, desapariciones y apariciones de bruja despeinada después de una pelea de gatos y los arañazos en la cara de poder sobrevivir tan ricamente sin la ayuda ni la compañía de ninguno de nosotros. He tratado de pintar a la Yolanda Díaz de verdad y no me ha salido ese espíritu, así que no hay caricatura de ella. Yo ya tengo mi favorita para que gestione la derogación de la Reforma Laboral. Desde hace meses. Y años. Desde B.U.P.