LA CONSEJERA
En un pueblo "La Consejera" sería un personaje de Cruz y Raya, todo el día dando consejos. En la Comunidad de Madrid, una consejera es un cargo. Y tratándose de Lucía Figar, una carga. Una carga de demolición sectaria, ultracatólica, reaccionaria y alevosa. Todo lo que ha tocado en Madrid lo ha dejado convertido en una escombrera de cascotes humeantes: Juventud, Empleo, Emigración, Deportes... Y ahora con los detonadores, los estopines y la mecha en Educación. Como los que lloraban o hacían el saludo fascista ante la tumba de Franco, Lucía Figar berreaba cuando Insurance Aguirre anunció su "retirada" de la vida política. De poner los pelos de punta. Una monja anfibia (economista) sin tener la más mínima idea de educación (ni en lo académico ni en lo personal) y metida a cumplir los dictados del Opus Dei. La misma que mandó el año pasado el recibo (informativo por lo pronto) de los 5.100 euros que costaba la educación de los parvulitos en la capital. La misma que dijo que CCOO le había pedido pasta a cambio de desconvocar una de las primeras huelgas generales en educación (a ver cómo acaba la denuncia que le metió el sindicato, por mentirosa y marrullera). La misma que exigió que su chacha fuera filipina y hablara tagalo (el currículum de capricho que le exigía a las candidatas) para cumplir no sé qué sueño de Condesa de Meninges de tener un servicio doméstico más exótico, colonial y humillado que el de la Marquesa del Alto Píloro, que se acuesta con un bisnieto de Cascorro, el héroe de Filipinas. Una abducida por la secta Comunión y Liberación (los cielinos) insultando día sí, día también, a los maestros, despidiéndolos en manojillos de doscientos en doscientos, y exigiéndole (con amenazas) a los tribunales de oposiciones sus examenes (documentos protegidos por ley) para entresacar las respuestas más bochornosas y exponerlas al escarnio público, como para justificar así, por megafonía y calumniando, sus recortes, sus tasas abusivas y la necesidad de invertirlo todo en colegios concertados o directamente privados con fuentes de agua bendita para mojar el borrador-hisopo y la Biblia como manual de conocimiento del medio. El bicho que acusa a los profesores de vagancia y está casada con el diputado más vago de todo el congreso, Carlos Aragonés (no hace una pregunta al agua ni presenta una inciativa de nada, para qué, si él está para votar lo que le manden). Lucía Figar, la beata reptiliana que viene saltando de gabinete en gabinete por las cloacas del partido popular desde 1998 (Agag, Aznar, Aguirre, la triple A, y el propio Rajoy), como en su tiempo se intercambiaban las sobrinas los obispos. La misma sobrina en este caso. Telefigar, digame. ¿Algún consejo o le digo lo que llevo puesto? Se la rifan, oye. Gabinetes o sacristías, en las conejerías del PP siempre anda ella de por medio para rotos, descosidos, consejos, conejos y ampliar la iglesia lo que haga falta, aunque haya que tirar medio pueblo y pillar a la gente debajo. Lucía Figar. "Lucifer" la llaman, del cariño que le está cogiendo la peña. Lucifer. "El que lleva la luz". Lucía Figar. La que lleva la palangana. De las de toda la vida. Con carrera para disimular, pero una sierva. Ella. Una esclava. De platino en la muñeca. La consejera. A cien mil euros el despacho. El gabinete. La consulta del tarot y el masaje (económico, pero nada barato) con final feliz para los fascistas. ¿Qué le gustaría saber? ¿Empleo? ¿Emigración? ¿Educación? Alabado sea Cristo, voy por la palangana...