martes, 6 de septiembre de 2011

POR COMPENSAR

En lo que no es ciudad estrictamente, Madrid, como sensación entorno y experiencia emocionante, lleva siglos buscándose la (mala) vida para ningunear a sus opresores de circunstancia y los representantes de trapillo que le tocan en los devaneos de la política (esos moscones salvapatrias que atrae su feromona de capital). A su manera de ser ectoplasma, vivencia fantasmagórica (esos fantasmas madrileños que tanto distinguen en provincias cuando aparecen), Madrid "no ciudad" es a veces una presencia violenta (revueltas, asonadas, manifestaciones, zanjas demoníacas, guetos de pesadilla), otras un sobresalto artístico (la bohemia, el perfume de su historia, el déja vu del paisanaje), pero siempre una entidad populachera, alargafiestas y de lo más sentida ("sentida" tanto en lo melodramático como en lo tragicómico) que no necesita de ningún médium con máster para recibir toda su fuerza. No digo ya que transmita un mensaje cada vez se anima una tertulia o que cae una caña bien tirada, pero algo de eso hay... y si pudiera describirlo dejaría de ser inefable. Independientemente, como digo, de su Puerta de Alcalá, el Puente de Segovia y el Retiro. El propio Lavapiés no tiene fronteras visibles, ni marcadas en ningún mapa... Madrid como experiencia y sensación. Así que lo de Esperanza Aguirre por aquí o Gallardón por allá, pues, oye, que nos la sopla sensacionalmente. Como se la soplan a las patatas bravas de arriba, de lo mejorcito del "espíritu madrileño". Por que no se fuera de rositas el Dorian Gray de la entrada anterior. Me ha estado dando mal rollo desde que pinté a la moscona y necesitaba compensar.