jueves, 23 de mayo de 2013

LA ENFERMEDAD DE VILLAR MIR


-¿Qué es lo que tengo, doctor?
-Tiene usted la enfermedad de Pauwelson.
-¿Y es grave?
-No lo sé, señor Pauwelson.
Contado el chiste, el individuo de arriba es Villar Mir. Atenuados sus gestos de codicia y prepotencia con una benévola caricatura, Villar Mir, como en el chiste, tiene la enfermedad de Villar Mir, o lo que es lo mismo, es el Marqués de Villar Mir. Así se lo diagnosticó su majestad el doctor Juan Carlos I. "Villar Mir, te nombro Marqués de Villar Mir". Una enfermedad aristocrática snob (de s. nob.: sine nobile), hemofílico de pasta para toda la vida, contraída, tal vez, por sus muchos contactos con el propio Sumaje (paciente cero) durante unas controvertidas maniobras en alta mar, en astilleros y en pasillos para regalarle otro yate de la mano de algunos otros empresarios igualmente rumbosos... Sabino Fernández Campo desaconsejó a Sumaje aceptar el barquito (El Fortuna II, rebautizado luego como Corona del Mar, qué apropiado) y al poco lo echaron, quién sabe si por ese motivo. Pobrecillo Sabino (listo como él solo: sabía que Mario Conde y los demás regaladores no eran trigo limpio), pero Villar Mir se quedó Marqués de Villar Mir a la postre (clinc) y para toda la vida, oye. Con ese espejo aristocrático en el que mirarse todas las mañanas ("Villar Mir, eres el Marqués de Villar Mir") no hay empresa que no acometa "noblemente" desde la suya, Grupo Villar Mir (y dale) y OHL, un gigante de la construcción surgido de haber comprado casualmente Altos Hornos de Vizcaya en los ochenta por una peseta (de las gordas, suponemos). Pegado siempre a la olla grande, con Franco o con el primer gobierno de la democracia, ahí sigue el hombre, poniéndole velas (de las otras, no de yate) a Dios y al Diablo para que le adjudiquen obra civil desde la administración, ya sea el PSOE, el PP o Bárcenas el que esté gobernando. Entre eso y conspirar continuamente para ser presidente del Real Madrid a Villar Mir no le queda tiempo para tener otra... expresividad. Vale, es verdad que la corrupción hoy en día está carísima y al hombre le afecta una cosa mala en su aspecto físico. Esos cientos de millones que se le van en untar a sus queridos amigos fascistas son como estigmas en la bolsa de cuero de un banquero escocés, números en los marcadores fosforescentes de unas fotocopias malditas, pero lo que más nos duele en el alma a los demás es el agravamiento de lo suyo. Contemplar cómo una Constitución antaño tan robusta cae poco a poco bajo la enfermedad de Villar Mir.