martes, 26 de junio de 2018

EL FÚTBOL DE LOS INFIELES


La selección de Marruecos pareció ayer un equipo sofisticado frente a la tozudez de mosca en la ventana que tuvo la selección española contra el área rival. No perdimos de milagro y empatamos de chiripa. De chiripa técnica y retroactiva. Por el taconazo del gol y por la moviola judicial del VAR cuando el árbitro ya había pitado el fuera de juego. No es culpa de Hierro, el entrenador sobrevenido: es culpa de que jugamos de memoria y de que las selecciones recién llegadas a los campos de hierba tienen todavía las tablas de multiplicar frescas y de vez en cuando prueban a que cuatro por cuatro sean diecisiete. Como suba al marcador es que ha colado. O que Iniesta pierde un balón por reducción al absurdo y anatema. ¿Qué puedes esperar de los infieles? Pues anatemas y que te dejen la carita completamente absurda. Ole por ellos y así aprendemos para el siguiente partido. Rusia. Iglesia Ortodoxa. Todos al área y balones por alto. Si Isco no dice lo contrario, que menos mal que ayer fue Ricardo Corazón de León y tuvo a la jaima sarracena en jaque todo el rato.


El retrato de Isco (figurativo) lo pinté el año pasado y con la camiseta del Real Madrid (sorry por los alérgicos), pero el de Hierro es de esta mañana. Al terminarlo me daba un aire a algo. Un entorno. Un tono. Una figura. En blanco y negro o en sepia, es una foto de la represión franquista o incluso de la propia guerra civil. Un exiliado, un republicano, un fusilado, un muerto del bando de los buenos. Después de pintarlo me cae mejor que antes, incluso. En este caso, "incluso" hasta puede que venga de "inclusero", que en esa época de daguerrotipos en sepia no eran infrecuentes.