viernes, 8 de junio de 2012

RECETA PARA UNA TORTILLA ESPAÑOLA EN TIEMPOS DE CRISIS


Dispóngase de un kilo de políticos patateros, quíteseles la piel a tiras (guardando los trajes como prueba para el juicio) y procédase a cortarlos en trocitos no mayores que el llavero de un BMW (en caso de preferir su laminación, en láminas no más gruesas que una VISA ORO). Pónganse a calentar 250 c.l. de aceite de coco de paraíso fiscal en una sartén de suelo no urbanizable. Viértanse los políticos a fuego lento en la sartén y remuévaseles cada poco con una espumadera de acero alemán hasta que adquieran la ternura de un amigo empresario y el color de un bronceado a costa de sus impuestos. Escúrrase la poca vergüenza sobrante y resérvese la pasta conseguida en una fuente ilegal de ingresos (no valen las fuentes públicas). Dispóngase de media docena de huevos de gallina de corralito. Cásquense con decisión y bátanse heroicamente los supradichos huevos con ruido de cacerolada y actitud soñadora. Añádase luego una canción protesta salada (al gusto, pero no se recomiendan del tipo "cumbayá") y mézclese con la pasta de los políticos en la fuente hasta lograr una manifestación homogenea. Viértase todo en la sartén aliviada en un 95% del aceite de coco invertido antes (puede usarse para ello un cazo eclesiástico) y acomódense sus bordes reteniéndolos con el acero alemán. Con los primeros agujeros en el sistema, procédase al vuelco de la masa ayudándose de una tapadera (empresarial) o de un testaferro del mismo tamaño (plato de cocina económica Friedman). Repítase el proceso (de Kafka) las veces que sea necesario hasta que la tortilla democrática adquiera el tono tostado de un camarero de chiringuito en verano y la consistencia de una deliciosa mayoría parlamentaria oliendo a gloria, aunque todo huela a mierda. Sírvase en bandeja de plata en una mesa de negociación y úsense descubiertos de tenedor y a cuchillo con los trabajadores, y de servilleta cualquier pancarta de sindicato. Lo ideal para sentarnos e intervenirla en armonía y sin desórdenes sociales, siempre un buen banco.