sábado, 3 de septiembre de 2011

UN POQUITO DE CINISMO

Visto lo que estáis haciendo últimamente, y saltándome mecanográficamente la escala de la evolución, quisiera comentaros -ladraros sería descortés- unas cuantas cosas sobre la vida en general y la vuestra en particular. Por que nos vayamos resituando en vísperas de la extinción que compartiremos. En lo del beber y el comer, por ejemplo. Esos goces que supuestamente también compartimos en lo básico. La cuestión de las formas, para comenzar. Los perros podemos beber de los charcos sin mayor problema. No tienen más fecha de caducidad que la de su evaporación, ni más publicidad que el olor que desprenden. Vosotros bebéis de charcos embotellados o enlatados y nos miráis por encima del hombro cuando sabéis menos de lo que estáis bebiendo que cualquier perro mediocre. En la comida sois aún más exquisitos que nosotros, aunque veáis alguna diferencia entre el hueso que entierra previsoramente uno de los nuestros y los dos kilos de chuletas que congeláis en un cacharro que -ese sí- ha habido que fabricar previamente. No hablemos ya de vuestra comida de cuchara -otra dependencia- o de la comida basura que, como nosotros, también ingerís a dentelladas. Con la diferencia de que nosotros no hacemos cola. Con la diferencia aún peor de que vuestro olfato atrofiado no os permite distinguir la carne picada de rata de la viruta de corcho macerado con glutamato. Y pagando. En otro orden de cosas, digamos sociales, también hiláis mucho más fino que nosotros. Otra vez una cuestión de formas. A un perro le basta olerle el culo a otro para saber quién es su dueño y qué pretende en la vida. Vosotros le laméis el culo a otro para pretender algo en la vida y que el otro sepa quién es el dueño. En ese terreno de los simbolismos y las metáforas siempre nos habéis llevado ventaja, pero porque verbalizáis. Un frío de perros, una vida perra, morir como un perro... Nosotros somos naturalmente hijos de perra, así que vuestro intrusismo en esos campos semánticos sólo nos hace gracia. En cualquiera de vuestras calculadas camadas hay más maldad que en cualquiera de las nuestras. Con todo, seguimos moviendo el rabo y sacándoos a pasear. Pese a ser unos perfectos animales, sois nuestros mejores amigos desde siempre, tanto más ahora que habéis conseguido que nos vayamos todos juntitos y dentro de poco a la puta mierda. Si hay Dios en la otra vida, tiene más fácil localizarnos a nosotros. Por los chips, colega. Se siente. De todas formas, gracias por las galletitas.