martes, 30 de septiembre de 2014

AL MARGEN DE LA CRISIS, CON MÁS O MENOS PUNTERÍA...




UNA FANTASÍA DE LA MARVEL DE LA MANCHA


Eres un niño español de trece años, por ejemplo. No has acabado de superar tu vieja adicción a los videojuegos, pero ya has leído más libros este año que toda tu clase junta: novelas juveniles de hechizos, leyendas, vampiros que tienen que llegar a casa antes de las diez, adolescentes mitad persona mitad anuncio de colonia, y brujas que van al dermatólogo por lo privado, aunque también has disfrutado con algunas páginas que te ha obligado a leer tu profesor de lengua (eso sí, sin que se lo puedas confesar a nadie: El Cantar del Mío Cid, Campos de Castilla, Alfanhuï...), y algunas cosas sueltas que había por casa y que te has bebido furtivamente por las noches cuando tus padres comenzaban a roncar al unísono (Vázquez Montalbán, Neruda, Tagore, Herman Hesse, White Label...). Casi todo te provoca curiosidad y a todo intentas dedicar tu tiempo, que son 240 horas al día: los inventos, los dibujos animados manga, los experimentos científicos graciosos en internet, las carreras de motos, los vídeos reales de fantasmas reales en internet, los helicópteros de aeromodelismo (quieres hacer un dron para quitarle su hueso de juguete a Teto, tu perro salchicha), las historias de la guerra civil que te cuenta tu abuelo cuando te pilla por banda (el abuelo tenía tres años cuando pasó, pero él dice que se acuerda y tú le escuchas sin parpadear porque lo quieres mucho), todas las chicas menos las rubias, el fútbol, la música que no le gusta a tus padres (por joder, aunque ya te va cansando), los ordenadores, las aplicaciones más chorras para los móviles, los tsunamis, las profecías, las gambas, los punteros láser... Todavía no tienes claro qué vas a ser de mayor, si un científico rico, un piloto rico de moto GP, un astronauta rico, un arquitecto rico o un ecologista... ¿rico? O tal vez un ecologista pobre. No lo sabes bien. Pero algo hay dentro de ti que te dice que no te importaría ser un ecologista pobre. Que quizá el dinero no lo es todo. Que te molaría salvar el planeta. Que serías capaz de luchar por eso. Sin dinero. Que molaría un trabajo que no fuera "trabajar". Un trabajo que fuera una aventura. Una pasión. Una justicia. Una pelea. Un destino... Miras a tu alrededor buscando un ejemplo, un norte, un patrón, un antecedente, una referencia, un modelo, una guía... Y lo más intrépido que encuentras es a Stephen Hawkings o a Brad Pitt adoptando hijos como un loco contra la deforestación del Amazonas. Eso fuera, porque en tu país sólo ilumina el sendero la cara fosforescente de Iniesta y el único que sobresale de la media es David Bisbal, cuando pega esos botes de peluche con muelle... Y esa tarde recaes en la videoconsola y te tiras ocho años matando zombies en un laboratorio bajo tierra.

Eres una niña española de trece años, por ejemplo. Eres todo lo que hemos dicho del niño de trece años, pero más madura. Y también has llegado a pensar que no te importaría ser de mayor ecologista pobre, o escritora pobre, o ministra pobre. Que a lo mejor salvar el planeta entero no, pero sí luchar por la verdad y por la justicia, y contra los malos, y contra los poderosos, y a favor de los buenos, a favor de la gente que pasa hambre, de los enfermos, de los humillados, de los marginados, aunque llevar esa vida suponga que no vas a tener dinero para casarte en Hollywood como quiere alguna de tus amigas de tres al cuarto, o aunque comprometerte con esos ideales te obligue a renunciar al sueño de pagarle a tu padre su deuda eterna con el banco (ese sueño que te hace despertar sobresaltada muchas noches y son los ronquidos de tu padre y hasta piensas si merece la pena sacrificarse por unos ronquidos así). Un futuro de mujer valiente y con las ideas muy claras. Y miras a tu alrededor buscando un ejemplo... Y después de descartar a Belén Esteban, Carmen Martínez Bordiu, Chenoa y María Dolores de Cospedal... Encuentras a Ada Colau. Solamente a Ada Colau. Por cómo dice las cosas, por cómo las piensa, y por la magia de las cosas que piensa y dice a favor del bien y contra todos los malvados de este país, que ya sabía ella que eran muchos, pero no los tenía tan identificados como esa mujer que la tiene maravillada. Y esa tarde la niña va a ver al niño de trece años de arriba, que casualmente es amigo y vecino suyo, lo arranca de la videoconsola y comparte su mito. Ada Colau ¿Una mujer como referente? Pues sí, una mujer. ¿Pasa algo? No, claro... Pero es rubia... ¿Rubia? ¿¡Estamos a madurar o a qué estamos!? A madurar, a madurar... Y antes de cenar, con el Teto entusiasmado con los palitroques que han sobrado de las pancartas, ya tienen en marcha la primera campaña de su organización supersecreta: la Plataforma de Afectados por los Hijosdeputa.

Espero que en alguna parte de España esté pasando algo parecido. A uno le pilla mayor y sólo puede dibujar fantasías de la Marvel de la Mancha, pero la chavalería de RESPETO está ahí, y a ver qué excusa les damos cuando vengan a poner las cosas en su sitio de una vez por todas. Los que insultaron o ningunearon a la mujer más capaz y más honesta que ha pisado este bendito país de mierda en muchos años, por ejemplo. Que a lo mejor Ada Colau tiene sus defectos y tal, pero Supermán era diez veces más gilipollas que ella y mira tú.