lunes, 18 de junio de 2012

LA EVOLUCIÓN DE LA MALA LECHE, LA BARRA DE PROGRESO DE LA SERENIDAD



Entre el retrato de arriba y el de abajo van cinco años. El que no ha cambiado es Tom Waits, que gasta esa misma cara desde que hizo la primera comunión en un bar de carretera. El programa de ilustración también es distinto. Abajo, un Corel. Arriba, un Adobe Photoshop. Aparte la cosa de la experiencia que uno va adquiriendo con el lápiz óptico, los años han puesto a hervir una mala leche antigua, adolescente, al mismo tiempo que le han dado una pátina de serenidad a la tableta. ¿Es incomplatible la mala leche con la serenidad? A los romanos viejos me remito, en sus discursos en el senado. A lo mejor, la serenidad lo que ayuda es a trazar una línea recta en el hervor. Sirve de tutor para el vector de esa efervescencia y le consigue un objetivo que, de otra manera, vendría a ser la maldad del mundo en general y la injusticia interplanetaria, raptos ambos muy característicos del acné anímico del adolescente de toda la vida. Mala leche y serenidad vienen siendo, a mi parecer, dos de las virtudes que está teniendo el movimiento del 15-M. Para que todo eso se "realice", tanto en ellos como en mí (movimientos ambos desprestigiados y melancólicos), creo que nos falta otra virtud, cuando no dolencia arrebatadora, que es el afán revolucionario práctico. ¿Praxis era su nombre técnico y tirando a concreto? Vivan los griegos, otra vez. Hablando de saltos adelante, los dos goles que marcó anoche Cristiano Ronaldo los marcaba Stephen Hawking con pasar por ahí.