jueves, 25 de enero de 2007

TUBINGAS (3)


Arrojar toneladas de vitamina B-12 en el Canal de Isabel II. Esperar unos días. Acechar detrás de los mostradores, detrás de las barras, detrás de las mesas de despacho las reacciones de los hijos de puta de Madrid. ¿Cómo actuará la euforia en ellos? ¿Irán hacia delante o hacia atrás? Se notarán mejores, pero ¿en qué sentido? Me temo que durante un tiempo veremos por las calles de la capital un escalofriante muestrario de sonrisas de tiburón. Da miedo. Desistir del milagro. Arrojar las toneladas de vitamina B-12 al Manzanares, por si levanta cabeza él mismo.

Oído en la radio. Consejo para un piloto: que sea siempre igual el número de tus despegues que el de tus aterrizajes. Aplicación terrestre: que sea siempre igual el número de tus amores que el de tus desamores. La más mínima diferencia puede casarte o matarte.

El gobierno ha colocado cámaras ocultas visibles en las calles para que no podamos reclamar habernos distraído. Comercialmente, aquellas dos torres gemelas ya le hacían un daño espantoso al mundo. Está comprobado que antes de morir también nos echaron una maldición igual de espantosa.

Vitamina B-12, pilotos, desamores y torres gemelas: mala mezcla.

BUHARDILLA DE LAVAPIÉS (2)




AYER REVENTÓ EL CIELO Y NOS LAVÓ
La risa Las lenguas El pecho Las mujeres
Reventó alegre como una balsa de goma negra
Y nos cayeron encima sus pedazos de locura De agua
De niños llorando y de ríos bebidos
Bajó el cielo por la calle Por su circuito
De borrachos asomados Engastados
En la puerta de los bares Todo
El cielo calle abajo entre los brindis
Y los gritos como un santo desnudo
Y en Fuencarral un muerto.

Aquí no.

Esto es Lavapiés.
El barrio de ojos desorbitados.

Escampó
Entonces
Pero seguimos bebiendo de las nubes a pedradas
Todo aquello que tuviera algo de líquido dentro
Las ambulancias Las loteras La Democracia
Detrás Delante Encima de una Barra Deliramos
Majestuosas radiaciones de biografía y éxito Nos gritaban
Desde los balcones Desde las etiquetas Desde la pana del Tiempo Inyectados de paraísos Pedíamos amor con hielo
Terribles combinados de novia con ron Cantábamos juntos
La Horda y yo
Los cigarrillos humeaban abandonados en nuestras manos
Y de vez en cuando un camarero nos limpiaba las gafas

La noche corría coja por ahí
Hasta llegar al sol que nos derribó
En charcos de diferentes colores y sonidos
Y las cosas volvieron a ser muerte
Y esponja y todo un bolsillo vacío
En los pantalones vomitados del demonio.



A veces vuelvo a darme.
Sí.

A los hombres tamboreados
Que suenan como las tapas del infierno
Sobrados de redobles de mujeres de whisky
A los hombres dichos
Perlados de camas muertas
De monos crecientes
A esos hombres jirón sin viento
A esos Demonios de hombre
Y a sus ojos ya jugados
El cordaje de este alarido
A mi futuro
Cuando vuelve a llover
Y oigo

El tecleo de la lluvia sobre esta desgracia
feliz,
este miocardio ahora de tormenta mansa,
de verano y mía.

La madera líquida sobre la que navegan
los barcos de agua de mi cabeza.

Un nuevo frío para el que habrá que inventar una manta nueva.