jueves, 10 de noviembre de 2011

SIGUE EL DESFILE DEL 20-N

Los que llaman a su programa en Onda Cero para participar se presentan como Fósforos (forofos) y, últimamente, como Creyentes (supongo que "seguidores"). El Halcón de las Ondas, Carlos Herrera, tiene la virtud de ser profundamente apátrida de su pasado / orígenes, si no le convienen, y tremendamente Patriota a lo Gordo a la hora de "levantar" España (aunque sea sólo de la cama) y de despotricar contra cualquier hecho, iniciativa, error o acierto de la izquierda. Su zalamería con banqueros, empresarios y líderes fascistoides es sencillamente repugnante. Su independencia editorial también es discutible cuando firma esas improvisadas arengas matinales en las que el populismo roza la sexualidad, el paternalismo el incesto. Le sigo por aquello de la ducha de odio... Pero también por algunos de sus asalariados (Carlos Latre, p.e.). Le salva un poquito su sentido del humor, su pasión por la comida y la bebida (salvo la leche y derivados)... y, llamémosle, su "enfermiza e infantiloide pulsión escatológica". Me gustará verlo de majorette tras el 20-N. Será la única que haga el desfile cagando como los caballos y sin darse la menor importancia.

MÁS MAJORETTES PARA EL DESFILE DEL 20-N

Vale, me he ensañado. No he podido soportar la tensión entre la Realidad y el Deseo de esta contradictoria rama genealógica en el bisnietismo no de Cernuda, sino del de los cuentos, Calleja, y la he troquelado a lo zombie. Pilar Cernuda, quien fuera tetuda... La realidad y el deseo de una esclava mediática con el primer plano de una monja de paisano en un secarral. Creo que no le dieron el manual de instrucciones de su cerebro cuando la soltaron al mundo, por eso me tienta pensar que es inocente de su fanatismo. Una inocencia que lo más que me suscita es un "pobretica" o un "fúmate un porro y se te quita". Es más robótica que racional, de modo que no le tires ningún palo a lo lejos que la chica va encantada, moviendo sus dossieres, ya la mande el ABC o algún falangista amigo de la familia. Lo mejor que tiene es su absoluta falta de sentido del humor (así tocamos a más el resto). Y no la queráis ver cuando intenta arreglarse o maquillarse un poquito más "in" para salir a alguna fiesta loca en una notaría o una barra libre en un mostrador de Hacienda. Es el precinto de una guillotina.