martes, 24 de septiembre de 2013

COLUMNAS Y ARCADAS


En medicina, los líquidos de contraste ayudan a verificar el estado de ciertas partes del organismo. Tomografía, rayos x, sustancias que comienzan a fosforescer dentro de tu cuerpo y, por contraste, el examen del médico mirando las placas: "Tiene usted el ventrílocuo izquierdo con una abolladura en la aleta, he visto gente bailando en su hígado y no me gusta nada que no tenga páncreas, jefe..." En España, los columnistas por contraste ayudan a comprobar el estado de salud de tu metabolismo, de tu cabeza, de tu sentido de la realidad, de tu bondad para con la gente, y, por qué no decirlo, de tu alma. El mejor columnista líquido de contraste es, sin duda, Sánchez Dragó. Te bebes de un trago una columna suya, por ejemplo esta, y a los cinco minutos has chequeado casi al cien por cien el estado de tu escala de valores. Tus principios. Tus finales. Tu alma inmortal. Lo que piensas de la justicia, de los políticos, del papa, de los hippies en particular y de siete mil millones de bípedos en general. Gracias les sean dadas a estas mierdas químicas de contraste (gracias por ende a sus laboratorios sin escrúpulos en La Razón, el ABC, El Mundo...) que han venido a solucionar nuestro problema de enfermos sin diagnóstico, escritores sin folio, paellas sin hora y afanes sin objetivo. Gracias a los que conservan en la cara y en la conversación su pasado reptiliano porque a los guapos de espíritu nos sube una cosa mala la intención de voto por dentro. Por contraste. Y al que no le funcione el columnista fosforescente Dragó, que pruebe con un tarro de Prada, Ussía, Herrera o Losantos. Llevan todos el mismo excipiente reaccionario y se expulsa con las heces, si aguanta usted la primera arcada.