jueves, 24 de noviembre de 2011

EL FINAL DE LA 2ª TEMPORADA DE TREME

Lo lejos que queda Nueva Orleans y lo cerquita que la ha traído David Simon... Ayer, irremediable último capítulo de la segunda temporada, y mira que los hemos dosificado... No habrá spoiler, tranquilos (con todo, las series de Simon aguantan mejor que otras las revelaciones indiscretas, incluso las del pijotonto de Bargas Yosa). A lo que iba: un final casi como el de Pavese antes de suicidarse en el hotel romano, con un "BASTA" en su diario, y luego el tiro... Capítulo once de Treme con una Lucinda Williams apenas entrevista hacía unos minutos en un escenario (y peor dibujada arriba) y después de un blues pintado en el aire por las calles y las gentes de Nueva Orleans, ya de noche, en la cabina de la emisora, cansado, jodido, Davis McAlary (Steve Zahn), el entregado pinchadiscos y desastroso productor discográfico carraspea un poco delante del micrófono y dice con un hilo de voz: "Perdonadme el vacío... Pero esa canción me ha llegado... Al diablo..." Y corta la emisión. Zaca. Caben versiones de sus últimas palabras, como las de Cambronne cuando le pidieron a la Guardia Imperial de Napoleón que se rindiera... "A la mierda", "Al infierno", "Al carajo"... En la primavera del año que viene, la tercera temporada. Salud, señor Simon.













Mis respetos...

PASABAN CUATRO DÍAS DEL MILAGRO

Y aún no notábamos nada, señor Juez.
Sabíamos que nuestros cuerpos se habían purificado, rectos
Que nuestras bocas aguardaban el beso, anos
Que los bancos habían dispuesto la mesa caníbal,
Pero pasaban cuatro días del milagro
Y seguíamos sin notar nada, señor Juez.
Nuestros hijos iban al colegio, concertados
Nuestros enfermos iban a los hospitales, enfermos
Nuestros parados a sus bares, contentos
Y aguardábamos abiertos como libros de Gala
El imbullo del inculco del milagro,
Pero seguíamos sin notar nada.
Imagínese, señor Juez, con los Mercados tan cerca
Y hasta peor diríamos que antes del milagro...
Entienda usted la unanimidad de incorporarnos y que,
Sacudidas las rodillas,
Le dieran mucho por culo, ahora sí,
A los aurigas de las corbatas como látigos,
Y lo otro, claro está,
el camión de soles y sombras que incautamos el barrio y yo
Para reponernos del susto azul de los cuatro días atrás.
Ingesta ésta que es la gesta
Por la que se nos demanda y manosea con la misma pericia
E injusticia
Que la de usted con los langostinos
Y el destino con los comicios...