lunes, 10 de febrero de 2020

GISTAU


Antes de que el tren de Málaga a Madrid o viceversa estuviera a solo tres gintonics de mi madre, el viaje se paliaba con literatura. Y si no habías elegido bien la novela de mano, espurreabas neuronas sobre la revista de Renfe. Con la mancheta "Paisajes" y en papel satinado, no podía haber algo impreso más aburrido hasta que la desesperación te llevaba a la página del horóscopo, la orilla final donde tu cerebro moriría sin remedio... Y allí, de repente, la Sorpresa... Ironía, sarcasmo, cinismo y una firma: David Gistau. Ese tipo sabía reírse y sabía hacer reír. ¿Y qué cojones estaba haciendo allí? Alegrando Ciudad Real. La casualidad quiso que nos encontráramos unos meses más tarde en Antena 3. El mismo David Gistau embarcándose con unos quince guionistas más en un macroproyecto de macroprograma en Late Night destinado a que naufragara con todos sus galeones y todos sus marineros en una galerna también en La Mancha, Canal de, al poco de zarpar. Qué ratos más buenos con Ricardo Cantalapiedra y Jaime Barella, joder... Nos fuimos todos alegremente al carajo, yo el primero (que conste), pero nos quedó la amistad suficiente para que David me pasara el manuscrito de su primera novela, "Ruido de Fondo", y que nos tomáramos la cerveza necesaria en Lavapiés. Su boxeo, su viaje de polizón en un mercante, su Francia... Luego lo seguí con todo el cariño y el orgullo en sus columnas cojonudas por La Razón, El Mundo y Abc, tuvo cuatro hijos y murió ayer de la lesión cerebral que sufrió en noviembre y de la que no tuve ninguna noticia. Puta vida. Me cago en Dios.