martes, 9 de octubre de 2012

A LAS MENTIROSAS LES CRECE LA PERMANENTE


Hay una cosa que tienen en común el parlamento español y Salman Rushdie: a los dos les afecta la fatua una barbaridad. Pero entre la fatwa árabe y la fatua de Valladolid, vicepresidenta del gobierno, hay una  diferencia sustancial: la fatwa árabe es mucho más discreta que la nuestra en lo que se refiere a dar por saco. Por lo demás, entre el hiyab de una fatwa y la laca de la otra fatua, el paralelismo es permanente. Sólo hay que ver que una habla por boca de Alá y la otra habla con lo que le echa Rajoy Ala boca. Nunca ha sido una vicepresidenta tan sinónima de secretaria. La que está entrenada para mentir al teléfono y decir que su jefe está reunido, cruzando los muslos de sus meninges sin un parpadeo. Pero Soraya es un nombre de riesgo (como Jennifer, como Vanessa) y la chica ya miente por su cuenta, que para eso es abogada del estado con quinientos euros de peluquería en la cabeza. Una vanidosa y vengativa niñata bien a la que le han tocado en la lotería diez millones de votos. Y ahí va la fatua. Nunca le des una pistola a una pija empollona. Matará a cien tíos divertidos por cada una de las espinillas que padeció estudiando como una monja. ¿O es que no se la ve en el aula de la facultad, en primera fila, tomando fielmente los apuntes de su amado profesor para luego soltarlos como un loro en el examen, sacar matrícula de horror y, por fin, tener derecho a asesinar al primer pobre que se le cruce por delante? Ahí está, Miss Pelo Bonito, con su boca desdeñosa y sus ojos fijos como una muñeca hinchable, fatua de delito, explicándonos a los españoles por qué ella lo vale y nosotros no nos merecemos más que mentiras y pompas de chicle de esperma gubernamental. Con todo, la naturaleza es honesta y sabe manifestarse en el rostro de los malos en forma de estragos. De la monja civil, monina y furiosamente aplicada de aquellos años mozos, al retrato de Dorian Gray, mentiras y ambiciones mediante, en esa cara a cuatro patas.