martes, 23 de julio de 2013

CÓMO ECHAMOS DE MENOS AL GORDO...


Cómo echamos de menos al gordo, me decía DeCesare el otro día. David Chase, para las productoras. Había venido a ver los páramos de Alcorcón, invitado por el concejal de fiestas, por si le daba para una serie. "Los casinos son gigantescas tartas envenenadas. A lo mejor una serie de gastronomía criminal. O una con arquitectos caníbales. No sé todavía. Tengo que pensarlo". Me imaginaba las caras suspicaces de los políticos de turno, las de los secretarios americanos de Sheldon. ¿Y por qué no una serie como a las que nos tiene acostumbrados? Mafiosos, asesinatos, dinero sucio. Nos gusta eso. No queremos una serie de "gastronomía criminal"... Esa mañana DeCesare le daba pellejos de croissant al pato que se había traído de Nueva York. Dos viejas carísimas se quejaban en inglés al maitre del Palace. Había un pato vivo en su desayuno. Sin correa. "Ya os acostumbraréis a la crisis. En América es una forma de vida", me decía DeCesare. "Entre dos astrónomos, el que se ponga alzas en los zapatos descubrirá antes una estrella nueva. Si se presenta a unas elecciones, vótale. No será el más honrado, pero sí el más ambicioso". En España uno de los dos astrónomos deja ciego al otro de un navajazo, le digo. "Tú vota siempre al superviviente". Nos hemos cansado de votar en España, David. "Lo he notado nada más llegar del aeropuerto". ¿En qué?, le pregunto. "En el portero de este hotel". El portero del hotel Palace es toda una institución en Madrid, le digo. "Ya no. Ahora mismo, a ese tío yo no le prestaría mi bicicleta ni loco"... Que el portero del Palace pueda salir huyendo con tu bici no es mal diagnóstico de tu democracia. Ni de tu economía. DeCesare le limpia los morros al pato con su pañuelo de seda. "No quiero que huela a mantequilla cuando lo llevemos a Lavapiés". ¿Y tiene nombre el pato?, le pregunto. "Ponle tú uno y le salvas la vida". ¿Es uno de los patos del rodaje? "¿De Los Soprano? ¿Pero cuántos años piensas tú que vive un pato...?" Con un nombre propio más. "Báutizalo, entonces". Pienso durante unos segundos y me viene el nombre como una revelación. Carmela, le digo. "¿Carmela? ¿Una pata? ¡Una pata!" Ni lo habías pensado, ¿verdad? Hace ademán de mirarle los bajos, pero no. Suelta una carcajada de barrio, acaricia la cabeza del pato Carmela y lo dice: "Cómo echamos de menos al gordo...".

(No he buscado cuántos años vive un pato, pero sí me he tenido que preguntar cómo cierran los ojos)