jueves, 31 de mayo de 2007

EL VENENO DE LOS TRENES



-¿Cómo puede ser tan dulce un hombre tan duro?
-Si no fuera duro, no estaría vivo. Si no pudiera ser dulce, no merecería estarlo
-RAYMOND CHANDLER-



Dan tu nombre en la vieja estación.
Son los amigos muertos por megafonía.

Arcada de orillas en tus ojos
y esta pena llena de fechas.

A su manera, los espejos también son relojes.
Las manos, las únicas maletas para toda la vida.

Compra una petaca de vapor,
una postal con su paisaje bebiendo.

Majestuosamente roto,
fuma en la espera.

Recuerda los cuerpos.
Cuantos palacios ardieron sin que cesara la música.
Recuerda la furia de las entregas,
los tibios adioses.
Piensa en las verdades que hay que olvidar.
Mira tu cabeza,
ahora que es tu propia alma,
ahora que te vas para siempre,
y dan tu nombre en la vieja estación.
De LA PUERCA ROSA

GEOGRAFÍA TOLKIEN


LITURGIAS



... Sin embargo, el capitan Ahab no dejaba en absoluto de observar
las principales formas y usos del mar
-HERMAN MELVILLE-




Pensaremos en los hospitales,
en su preparación blanca para el dolor,
y saldremos a la calle
a comprar un ron añejo.
Has de comprobar que la botella huela aún a machete.
En la misma tienda,
limones verdes de juguete,
no más grandes que un ojo hinchado.

Vuelve a casa.
Haz confeti de tus hielos.
Piensa dulce en ti.
Tendrás un daiquiri.

Otra preparación blanca para el dolor.

Desayuna eso y un cigarrillo.
Desayuna eso y mira los tambores indios del primer cigarrillo
tras las montañas de libros.

A qué mirar la cama vacía,
su nácar usado.

La mañana tampoco la traerá en su loncha de bocinas
y volverás a anochecer al mediodía,
en plena calle, buscando más ron añejo,
donde los mugidos de la luz y de la prisa.
Un hombre detenido y oscuro y apenas borracho,
la sombra más brillante,
el más helado y blanco de los enfebrecidos,
volando clavado.


de LA PUERCA ROSA

NOBLES, GRANDES, MÍOS



-Yo asciendo de una familia de humildes campesinos. ¿De quién desciende usted?
-LOUIS VEUILLOT-

Necesito extender este imperioso reino
Prolongar a mis padres hasta la eternidad

-MIGUEL HERNÁNDEZ-




Demolieron mi familia rascacielos.
En su polvareda de palizas brillan los besos
y las novias presentadas.
Nos sobrevuelan los helicópteros del rencor.
Pero yo me añado al desastre necesario.
Camino sus cascotes
como una nube con pies de bailarina.
Soy el niño jefe de los dibujos.
El niño maniquí de las camisas de colores,
ahora entre los años humeantes.

Veo el sexo festivo de mi hermana,
el sexo memorioso de mi madre.
Veo tu primera bici, padre, por fin.

Los abrazos no dados sueltan su gas.
Pequeños incendios de caja de cerillas.


Todos los ojos que aposté en el destino
(un libro, un cuadro, una película)
(Y NUNCA VOSOTROS).

Visto el acabóse,
qué policía sacará antes la pistola.

Qué máquina hará un parking
de nosotros.
De LA PUERCA ROSA