martes, 27 de agosto de 2013

LA DÉCIMA DINASTÍA ANDALUZA


Desde 1978 antes del Cristo hasta nuestros días (durante el cristo), en la Junta de Andalucía (Sevilla-Tebas) sólo ha habido una estirpe con el cetro faraónico, la del PSOE (Memphis-Elvis Presley / Felipe González). Pese a que la cosa transcurría en los secarrales del sur, el nubio Arenas (nubito con canas) nunca tuvo nada que hacer. Una secta de iluminados en el creciente del Guadalquivir y unos fanáticos de la vida eterna (véanse las pirámides de la Expo del 92 o, mismamente, las figuras talladas en hormigón de Alfonso Guerra y Manuel Chaves), que no han tenido más oposición que la de algún Marco Antonio Osea por Roma (sección Vaticano) y algún faraón de la construcción por libre (Jesús Gil, Babilonia / Marbella). Pero ahora que los sacerdotes han cogido a Amón Griñán con el carrito de los ERE de la cosecha para los esclavos, la décima dinastía andaluza va a ser regida por una faraona del Valle de los Reyes de toda la vida (Los Remedios), una mujer que no ha hecho otra cosa que medrar a la sombra de los templos (ayuntamiento, junta, congreso, senado...) sin que se le conozca un trabajo de verdad fuera de los jeroglíficos oficiales, ni una tabla de arcilla, ni una mastaba, ni un recuentillo de prisioneros por lo privado. La chica es todo perfil, como mandan los cánones de la cultura egipcia andaluza. Susana Díaz. La próxima faraona. Porque lo dicen los augurios y porque le da la gana a Amón Griñán. La democracia del Nilo. Desde 1978. Y mientras pasa un año en la vida de una persona y pasan siete en la vida de un perro, en la vida de las momias la cosa se alarga bastante, tanto más cuanto que la misión básica de las dinastías no consiste en insuflarle vida al pueblo para pasar a la historia, sino en que no entre el aire. No vayamos a cagarla en el mausoleo con un poquito de oxígeno. Y me parto de risa con el trabajo de los embalsamadores y el de los escribas para que la muchacha encaje en el perfil de momia dinámica, ese bonito oximorón. Como si se pudiera estar muerto y saltar a la comba... ¡Hostias, Rubalcaba! No he dicho nada.

CUADERNO DE BERLÍN (7)