martes, 15 de octubre de 2013

EL PATO MARHUENDA


No conozco a nadie, ni de derechas ni de izquierdas ni de bares, que no opine que Francisco Marhuenda es un tipo repugnante y odioso. No ya por su manifiesta disposición lacayuna hacia el gobierno, la banca o la iglesia, o por su ética mugrienta en cualquier debate, sino por él mismo, per se, en su apariencia, maneras y trato con la gente. Un ser absolutamente antipático e insufrible cuya sola presencia en cualquier medio parece que ejerce de polo opuesto a cualquier bien nacido (de derechas, de izquierdas, o de bares), con el magnetismo que eso supone si te pilla con el imán de la aversión en los ojos o en los oídos. Y su efecto ventosa. Ya sólo tienes ganas de arrancarle la cabeza como a una gamba y ni hace frío, ni estás a fin de mes, ni te tienen que extirpar el hipotálamo con un sacacorchos mañana a primera hora. Está Marhuenda y te canaliza. Tú morirás en el intento, pero en lo único que piensas es en graparle las orejas al culo para que deje de decir mentiras y de humillar a la gente. A él. A él exclusivamente. Y repetidas veces. Ya pueda tener al lado a un cura a favor del cilicio en conga, que tu tirria va hacia Marhuenda. Ya pueda tener al lado a un fascista a favor del fusilamiento de los parados con el pelo largo, que al que quieres inflar a hostias es a Marhuenda... Y me he puesto a pensar. ¿Cómo puede haber una máquina de odio tan perfecta rulando por ahí sin que hasta ahora hayan intervenido la "fiscalía psiquiátrica" o la "policía de la dignidad"? ¿Cómo justificar su presencia entre los humanos? ¿Por qué se le invita a la Sexta o a Intereconomía o a la Cope a este "señor", si todo el mundo lo odia? Pues porque aparte de concitar animosidades, concita audiencia. Eso por un lado. Y por el otro, que es el más importante, y el más inquietante, que ese tipo no es un señor: ese tipo es un SEÑUELO. Lo único que explica su efecto magnético, su efecto ventosa, o su condición impecable de imán de aversiones. El SEÑUELO Marhuenda. Un invento del PP contra el que están estrellándose gran parte de los misiles, las indignaciones y los insultos que iban dirigidos, en principio, a la nave nodriza de Génova. Un señuelo con aspecto de reaccionario y con la suficiente pedorreta de calumnias y escarnios como para atraer sobre sí el fuego de nuestra santa ira, engañándola. El puto SEÑUELO Marhuenda. Igual que los "flacs" que sueltan los aviones de combate cuando detectan un misil enemigo en el radar. Una medida defensiva, también llamada "de distracción". Suena como un pato, aletea como un pato, pero no es un pato. Suena como un fascista, aletea como un fascista, pero es un puto muñeco. No encuentro otra explicación. La gente gasta munición en las mentiras, en las iniquidades y en las sandeces ultrarreaccionarias del muñeco, y luego cualquier media verdad de Rajoy nos parece una perita en dulce, por comparación. Y no es el lastre que suelta un globo, que el bicho sigue volando y hasta se sienta de nuevo en su sillón de tertuliano de mierda. Un retorcimiento psicológico digno de la conspiración mundial en la que nos ha envuelto la refundación del capitalismo, señuelos y miserables incluidos. Así que me he propuesto el ejercicio de salud mental de no ver ni escuchar a Marhuenda como lo que es, sino como un puto pato. Diga lo que diga: "cuac". Haga lo que haga, "cuac". Y cuando pida que no lo interrumpan, por favor, que él no ha interrumpido nunca a nadie salvo quinientas veces, "cuac". El único sonido que no tiene eco. "Cuac". Un misterio de la acústica. No eco, "no consecuences" (en inglés). A ver si funciona. En fin. Que no somos nadie y que la misma sensación que probablemente hayan tenido Giger o Corben pintando sus bichos malignos la he tenido yo en esas comisuras y en esos ojos repelentes del pato director de La Razón... Esas escamas de cobardía, esos brillos de alimaña, ese desdén de mercenario del universo profundo... Los vellos como escarpias. Pero "cuac". Con todo, aquí, lo que pensaba ya de este elemento el año pasado.