
Entre El Pequeño Nicolás y Nicolás Maduro hay toda
una trayectoria. Concretamente, un camino de aprendizaje desde la ironía de
Goscinny y la línea fina de Sempé a las iluminaciones criollo-aristocráticas de
San Simón Bolívar y los murales de brocha gorda de las tapias de Caracas,
pasando por las ediciones revisadas del fanático monaguillo de Venezuela Über
Alles, el liderazo Hugo Chávez. Nicolás Maduro ha estudiado, pues, los números
en la cartilla Palau del petróleo venezolano, las letras en los boleros televisados
de Hugo Chávez, y todo lo que hay que saber sobre control de masas en los
culebrones vespertinos (la otra tarde vi correr, vi gente llover...), de modo que no le preguntes por geoestrategias o por la
redistribución de la riqueza en su país porque te contesta como una Miss
Universo. Pero ahí está, de muñeco sustituto, señaladito por el dedo del liderazo desde la camilla. Y el hombre calienta en la banda como Gloria Stefan, mirando para Cuba,
por si los dentistas de Fidel Castro no pueden obrar otro milagro y le toca
recoger la boina roja del suelo con Ahmadinejad a las palmas árabes del Caribe
y los militares venezolanos sacando sus tanques con tanga a la fiesta de Blas de la sucesión en el poder. Otra cosa
sería mandar a Robin Williams con bata blanca a Cuba -lo
hizo fenomenalmente en Despertares- y aquí no ha pasado nada, señores, que el presidente está "orientado" (mirando para Murcia o, mismamente, Irán). Nicolás Maduro de vuelta a
toriles y Hugo Chávez a seguir ganándose la calle y un papelito de malvado
–también de calle- en la siguiente peli de James Bond. Por lo demás, sin rencor a
los venezolanos desde España en lo que respecta a vuestro alejamiento del liderazo y vuestro acercamiento a la madrastra patria. En lo femenino, Ivonne Reyes compensa de sobra a Boris Izaguirre, y por ahí os libráis, majetes. Suerte con la transición, si ha lugar. Ojito con el Fraga que os toque ("La selva es mía"). Otro ojo a vuestro Carrillo (el de los mártires de Isla Margarita). Bajad a vuestro Adolfo Suárez de un cocotero si hace falta (se le reconoce por lo que avisa que va a prometer y porque sabe reconciliar monos chillones de distinta especie). Y ya puestos, si os sale un grupito de pijos en fila y cantándole a la mar, marinero, primero no dejéis que se llamen Mocedades, y, segundo, no dejéis que engorden... Aquí no pudimos impedir ni una cosa ni otra, y hasta se nos convirtieron en monopolio capitalista, El Consorcio. Un asco de memoria histórica. Así que mucho cuidado con estas cosas de la transición del rojo al azul o del azul al rojo, que luego tal día hizo un siglo, hay que celebrar el aniversario, y a ver quién es el guapo de concurso que se pone el himno de politono en el móvil. Aquí ya nos está pasando y llevamos dos días, como quien dice.