martes, 26 de febrero de 2013

CARNE DE CABALLO EN LOS MEDIOS (LA CANALLESCA BUENA 1)


Una de las señales de lo mal que va este país es la ligereza con la que se etiquetan las cosas, por no decir las personas. Carne de caballo hasta en las pipas de girasol o en los faldones con que se presenta a la gente que interviene en un debate en la tele. (Por cierto, delicioso artículo de Fernando Savater hoy en El País. No sobre los caballos en filetes, sino galopando. El pasado domingo comenzamos temporada oficial en La Zarzuela, con la novedad de una carrera de saltos -las vallas parecían rampas para minusválidos: tal vez Bruselas haya intervenido al respecto-, y unos premios en los tríos que a más de uno le arreglaron el día). Como decía, carne de caballo en la composición de las nubes, sin que conste el detalle en la etiqueta, y "Jefe de Opinión de...", "Tertuliano", "Analista político", "Redactor de...", "Columnista de...", cuando lo que hay arriba, y se ve claramente, suele ser un tipo al que se le sale la droga por la nariz, el sobre de la mordida por el bolsillo de la chaqueta, o la hiel de una infancia triste en la baba de sus comisuras. Eso cuando no son ellos mismos los que etiquetan y califican de "periodista de izquierdas" a algunos profesionales sólo por hacer su trabajo con rigor y decencia, esto es, por recabar informaciones, contrastarlas, verificarlas y ofrecerlas al público de una manera clara en uno u otro medio, o por analizar la realidad ponderadamente y opinar sobre ella con honestidad, sin caer en el mesianismo, en el proselitismo o, con peor mala leche, la hipnotización, la gleba y la captación de despistables. Los periodistas de derechas, pese a la burrez que trota a lo pancho por su discurso (carne de caballo, al fin y al cabo), son "profesionales liberales". Los periodistas honestos (quizá también con algún burro por ahí, pero a lo mejor del Partido Demócrata americano), son "periodistas de la ceja". Con las excepciones que cada cual tenga en su haber, y con todos los locos que en el mundo han sido (y están siendo: pirados en los medios como Prada, Anson, Dragó, Terscht, Sostres, etc.), hoy le iba a hacer una caricatura a sangre a Fernando Díaz Villanueva, de Intereconomía, tertuloide de "Dando caña", jovencito periodista Think Tank del Instituto Juan de Mariana (Fundación jesuita que niega el cambio climático, entre otras cosas que niega; no confundir con el Instituto Juan de Mairena, que, de existir, seguro que tiene algo más de sentido del humor) y verborreico bocachancla al que le salen sarpullidos con la "chusma" del 15-M o los perroflautas que están en contra de los desahucios. Un tipejo agresivo, fatuo y sin pizca de gracia, pero encantado de haberse conocido, como suele ocurrirle a los mediocres con peana de primer plano... Así que me he visto pintándole y me han entrado los siete males. Demasiado vacío en esa cara de fanático over the rainbow. O como diría un gitano: "Mucho moño pa' tan poco pelo". Y he pasado de él como de la FAES, oye. A cambio, y por subir un poco el nivel estético y emocional de este blog, he buscado en Google alguna foto buena de quien es justamente lo contrario. Una periodista de verdad. Soledad Gallego Díaz, "periodista de izquierdas". Aunque foto buena-buena no la había, sí que he encontrado una pasable, y le he hecho una caricatura cariñosa. Porque me cae de puta madre la mujer. Pese a su aspecto bonachón de abuelita Paz, no he visto una cosa más seca. Ni más lúcida. Ni más racional. Ni más independiente... Ni más burra. Para quererla.