domingo, 6 de octubre de 2013

CAMBIAR PARA QUE TODO CAMBIE: ZARPE USTED, SANTIDAD


Expertos habrá en historias de la infamia  que me digan que el de Lampedusa no ha sido el primer genocidio provocado directamente por una crisis económica, o, indirectamente, por el capitalismo en sí. Me da lo mismo. Ha sido una matanza de pobres antes de que llegaran al supermercado. Sin medias tintas. La Liga Norte italiana, por su parte, propone el bombardeo de pobres para que no desembarquen. Tal cual. Y el parlamento italiano (como también quiere hacer el nuestro, esa cueva de espectros) castiga cualquier ayuda que se le proporcione a un inmigrante, aunque sea para salvar su vida. Una amenaza tan disuasoria o perturbadora que ha llegado incluso a conseguir que se viole una de las leyes más sagradas de la civilización, por encima de estados, naciones o gobiernos, la Ley del Mar. Los pobres ardían y se ahogaban, y los barcos que podían haber acudido al "irrenunciable" deber de rescate no lo hicieron. El espanto de cientos de personas muertas por la locura de un gobierno, la locura de unos pescadores y la locura de una época. El Papa ha dicho que es una vergüenza. Llamar "vergüenza" a la matanza de Lampedusa vuelve a ser brisa de palabras, pero imagino que la noticia del horror sorprendió al papa Francisco con la primera estupefacción en la boca. También estaría desarmado, probablemente. Pero eso tiene solución, Santidad. Y marítima, que es la que hace falta ahora, parece. Ya que ha nombrado usted a Ernst Von Freyburg presidente de su banco vaticano (IOR), aproveche que el hombre viene del sector naval, de los astilleros de guerra Blohm Voss. El Vaticano siempre ha tenido una marina de guerra temible, como la de los Estados Pontificios en su momento, por recordar algo de historia. Un vigilar, un controlar, un darle matarile al turco en el Mediterráneo cuando era menester, que si tu Dios o el mío, que si el bereber o el levantisco, Jerusalén en rebajas o Estambul de semana fantástica. Así que deje usted de pasar vergüenza y gástese los cuartos en una bonita marina de guerra, Santidad. De verdad se lo digo. Con sus destructores modernos, su portaviones insignia, su barco hospital, y sus barcos para transporte y salvamento de pobres a la deriva. Lampedusa podría ser su base naval, Santidad. Independientemente de la cosa logística y del enfado de la "comunidad internacional" de bancos y esbirros del capital, usted está moralmente capacitado para ello. Tiene el dinero, tiene la vergüenza y tiene una promesa que cumplir (un mandato) en su programa electoral, esa Biblia de sus mitines (sermones) y de la que tanto habla todo el mundo. Zarpe usted, Santidad. Y haga que se cumpla la Ley del Mar, por lo pronto, y luego ya irá haciendo cumplir la Ley de Dios, que es la de que nos amemos los unos a los otros. A cañonazos contra los cerdos de la Liga Norte o similares (esos turcos en que se han convertido ahora los chupatintas miserables de Bruselas) y a lanchas de salvamento con bocadillos de mortadela para todos. Y porque Lampedusa tenga su resarcimiento poético, le propongo un almirante para su flota vaticana. El Temible Burlón. Su Majestad de los Mares del Sur. El Gatopardo, como así se lo he pintado arriba, con sus galones de capitán. Le respetarían, Bergoglio. Hágase a la mar, que usted mismo ha dicho que el Vaticano le pone mal cuerpo. Hágase a la mar y haga su trabajo. Ahí tiene todo el Mediterráneo para pegarse con los "nuevos turcos" de los Mercados. Ahí tiene su templo. ¿Que es imposible lo que le propongo? Es usted el que cree en los milagros, así que no me venga con ésas... De un helicóptero Chinook desde su portaviones insignia a la Plaza de San Pedro me planta usted cien pobres en media hora a mesa puesta, Santidad. Dos viajes, doscientos. Cuatro helicópteros, cuatrocientos... Hable usted con su banquero naval y que se ponga a trabajar. ¡Cambiemos para que todo cambie, hostia...! Cómo estaremos de desesperados que volvemos a alzar los ojos al cielo, aunque sea usted el que aparezca en el balcón. Cómo estará de mal todo para que esta entrada no quiera ser del todo una boutade... Sonríe, Burt, que vas a tener barcos para pelear por los buenos. Porque cuando sonríe Burt Lancaster, como en sus películas, parece que sonríe una civilización entera y una forma de hacer las cosas. De frente contra los malos. Por el mito. Y por despertar. Descanse en paz esa pobre gente. Descanse en paz esa gente pobre.