viernes, 21 de marzo de 2014

UNA TELESERIE DE LA HOSTIA


Era en la película "Profesor Lazhar". Reunión de profesores. Comentan con amargura que todos los niños volvieron achicharrados de la excursión de ayer. El profesor que estaba a su cuidado no pudo ponerles el bronceador que les hacía falta porque la ley lo prohibía. Ningún profesor puede "tocar" a los alumnos. Los niños con quemaduras de tercer grado pero nadie les violó. Nadie les puso una mano encima. Se cumplió la ley. Con estos mimbres reglamentistas, un profesor tampoco puede infligir castigos "psicológicos" a un niño. Tampoco puede delatarlo como ignorante ante sus compañeros. Ni, por supuesto, pedirle un esfuerzo más allá de lo que el niño estime que necesita esforzarse para adquirir una educación. Es su libertad, es su dignidad, y es el puto amo frente a padres, maestros, tenderos, árbitros de fútbol y personas mayores a las que no les tendrá el más mínimo respeto a no ser que le prometan una playstation de útlima degeneración. Estaré equivocado, pero algo falla en esta pedagogía punta. Seré un antiguo, pero me mosquean esos niños con más medallas que un almirante por ciencia infusa y luego no saben decirte por donde para el Ebro, que eso es maltrato psico-geográfico. Sobre esas zapatillas que cuestan un sueldo y con menos conocimientos que un arbusto, encima el Estado los tiene mimados como si fueran una especie de cretinos en extinción. Una fiesta de linces ibéricos en un cercado con pizarra y donde los maestros son los conejos. Sí, es bastante irónico llamarlos linces. Y sí, de acuerdo, son cosas distintas la educación y la cultura. Y también estamos de acuerdo en que casi es mejor que se achicharren en un descampado a que se los folle un cura en la hora del catecismo. Es el chiste del niño nuevo en la clase. El profesor le pregunta cuántos hermanos tiene... 

-Diecisiete, señor maestro.
-¡Diecisiete! Tendréis a vuestra madre en un pedestal...
-Claro que está en un pedestal. Es que si se baja, se la folla padre...

Pues lo mismo con los niños, que los tenemos en un pedestal para que no se los folle un cura, no los destroce un padre borracho, y tampoco les alcance cualquier conocimiento terreno de matemáticas o de ortografía. ¿Y todo este exordio incordio para qué? Por el niño repelente de arriba, Julian Mineo, de la serie australiana "The Slap". "La Bofetada". El niño es prácticamente así en todos los capítulos que llevo vistos, ABOFETEABLE, y su madre, y sus amigos, y sus familiares... Aguanta tú así al niño un par de minutos delante de ti... Un horror espléndido... La bofetada se la dan en el primer capítulo (son ocho), así que no fastidio a nadie contando que el bofetón al niño es el centro de toda la serie. Y si digo aquí que es una bofetada ab-so-lu-ta-men-te merecida, seguro que algún francotirador de Unicef me está colocando ahora mismo en su cruceta de defender los derechos del niño aunque se esté criando a un monstruo para el dia de mañana... ¿Moralista yo? Moralistas son todos los debates pedagónicos sobre la pertinencia de los castigos, correctivos y demás aunque el niño sea una fiera corrupia. Moralistas son todas esas discusiones sobre la bondad del color de las nubes y los efectos perniciosísimos de la disciplina inglesa sobre Alien de pequeño. Una disciplina, la inglesa, que por cierto ya practicaba mi madre conmigo de chavalito y ya me conducía por la derecha a la hora de té a base de zapatillas ironsides y sin entender ni papa de inglés... Y aquí estoy, con más traumas colgando que un árbol de navidad, pero respetando a mis mayores y pidiendo las cosas por favor, que es de lo que se trata... Sabiendo que es un tema que escuece y que cada cual tendrá su respectiva zapatilla mental y su inalienable palma de la mano paterna o profesoral, y aún sin haber terminado de ver "The Slap" entera todavía, no puedo por menos que recomendarla sin ambagues como una teleserie de la hostia.