jueves, 10 de mayo de 2007

LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (17)


Nos gusta este dolor caro
Este ruido de helicópteros sobre el paraíso
Adolfo Hitler explicado, premio primavera
Y correr a la tienda a por un primer amor
Y hacer cola para una casa
Y pagar ahora nuestro entierro
Confundidos Extenuados Sonrientes
Perros Ciudadanos
¿Ha venido hoy La Revelación?
¿En qué mesa trabaja El Absoluto?
Ahí fuera está ladrando una infancia
¿Es de alguno de los presentes?
Qué más da que no nos cojan vivos
Ése es el juego
La goma de borrar hecha con cráneos de equivocados
La lluvia de hogueras que es un mediodía estival espléndido
Para el dolor
El comercio
La depravación de esta alegría sin usar
Sus muñones asomando por los ojos
Por caridad
La dignidad
Apenas puedo pasar a mi interior entre tanto mueble
Quizá el alma otro cachivache que busco
Y no es el perchero de las costillas El cojín del hígado
La manzana agitada del corazón Este corazón El músculo El Norte
La Deriva
Del Pecho
Hacia Dios
Y no hay nadie en la casa en la isla en la nube
La Escora
Del Vientre
Hacia Ella
Y no hay nadie en la cama en la isla en la nube
Entonces Vosotros
La Gran Araña de Vosotros
En la broza de las conversaciones como una niebla
Según la hora
Como una tormenta
La broza
De palabras

LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (16)




Nos plantamos entre vosotros como farolas y florecemos
Pero qué más da No moriremos jugosos
La compleja grifería de los espíritus
Pasa entre bolígrafos y buhardillas y botellas
Y tal vez una mujer o dos Y otra vez entre
Bestias, bolígrafos y botellas y buhardillas
Hasta no echar ni gota
Y ver esa luz pequeña zoológica determinante
De Todos los Por Nada
Las vaginas no bebidas
Y las copas no visitadas
Los Noes que viven en las esquinas
Y los que viven en las manos
La jauría de Noes que ha olido tu cama
Y las trompetas de las cazadoras
Que suenan tras esas montañas
Los Noes que cuelgan de tus días
Como etiquetas en los dedos gordos de los pies de los muertos
Y de las noches
Aunque vayamos con peluca de Sí
Estamos acabados
Y radiantes
Festivos en la afrenta
Como orondos desahuciados
Las pompas de chicle del Flaco Suerte
Con cara de gárgola feliz
Los vigilantes del salto
Las nodrizas del hueco
Su leche y su transparencia
La brisa de cirrosis que se mueve
Por el interior de la botella más grande del mundo
Los frágiles barquitos que somos con una hélice en el culo
De bar en bar
Para daros otra luz no zoológica
Bailaros sin que os mováis
En una fiesta de accidentes
Totalmente personales
Envolvamos los olvidos en divertidas fundas de estaño
Y recémosles un código de circulación
Fumaremos fetos con dificultad
Pero los fumaremos
Desde los dedos hasta la mitra del melón
Para tener alucinaciones complejas
Sin instrucciones
Elevaremos un cuarto de hora
Y será la pirámide
Donde se enterrará el cuerpo de un alejandrino
Y será un alejandrino
Y no habrá más Noes
Más Síes
Sino un grandioso
Un soberbio
Espanto de lucidez
La fama amarilla de tu cerebro con lentejuelas
Porque por fin nos has visto
En la panza del sol de los mejores ventanales a la tristeza
Y a las maravillosas mentiras.
Adolfo Hitler para niños, edición ilustrada
La Zanahoria Lesbiana
Yogures fáciles de llevar
Coches libres
El abismo suelto y son bañadores
El demonio suelto y es la felicidad en spray
Lo mejor de un queso, sus agujeros

JUGUETES


Desde aquí, desde la edad mugrienta de los desengaños y la sonrisa torcida, recuerdo las espadas de madera con las que jugué de pequeño. Fueron muchas, y todas valientes, pero hubo una que en su cifra fue necesariamente la postrera, la última. La espada del exilio. Con la inconsciencia con que lloran o no lloran los niños; con la inconsciencia con la que crecemos para convertirnos en perfectos hijos de perra si no peleamos bien y duro por la Bondad, ese pedazo delator de madera nunca tuvo su poema épico, y sigue allí, imaginándome desarmado, vulnerable y desagradecido, al otro lado de la inmensa llanura de años que nos separa desde entonces. Con la misma soberbia con que los juguetes nos suponen tristes cuando no están con nosotros. Y con su misma verdad. Aunque sólo sea por escribir esto, me consuela pensar que, en parte, esa pequeña Tizona mía sigue valiente y noble en algún cajón de mi cabeza. Y qué leche. Tengo pruebas sobradas de que más de un malnacido la ha probado aunque sólo fuera en verbo; más de un sujeto de puñalada y corbata ha sentido un escalofrío con su olor a pino, barro y merienda. Sus y a ellos.