lunes, 4 de marzo de 2013

UN GOBIERNO ILEGAL


Desde el momento en que una persona o un grupo de personas deshonestas o malintencionadas puede promulgar e imponer leyes, es evidente que lo legal no tiene por qué ser sinónimo de justo, honesto, ético o, sencillamente, bueno. Lo legal puede ser injusto, amoral y malo. Incluso una ley justa o apropiada en su día puede devenir en una norma diabólica si la modificación de las circunstancias de su aplicación en el presente sigue sin afectar un ápice al rigor de su letra. Un desahucio hoy, por ejemplo, en las mismas condiciones de impago o insolvencia que hace veinte años, ha devenido en una ley injusta e indecente después de los cien mil millones de euros que esa misma persona víctima del desahucio le acaba de regalar (por representación y delegación simbólica, digamos) al mismo banco que la pone en la calle sin contemplaciones. Y así un despido improcedente sin derecho a indemnización, una obscena subida de tasas judiciales o académicas, una denegación xenófoba de asistencia médica, una supresión de pagas extras al funcionariado o una bajada innegociable del salario de un trabajador con la amenaza del despido inmediato si no acepta esa nueva forma de esclavitud, llamémosla sobrevenida. Por la creación de leyes nuevas manifiestamente injustas o por el hieratismo en la aplicación de leyes obsoletas, la "legalidad vigente" adquiere entonces la condición fulminante de brazo armado de un grupo de poder que usa la Democracia en su propio beneficio, de ahí que la coartada recurrente del amparo de la ley, aun a sabiendas de su injusticia, obsolescencia o maldad, es propia de gobiernos corruptos que ejercen su poder guiados por intereses ajenos al bienestar del pueblo. Asistimos, entonces, al "secuestro legal" de la Democracia, su vampirización diaria con eufemismos en el lugar donde la tienen enclaustrada, el Congreso, la demonización de todos los que se oponen a la maniobra arribista de los que sólo se representan a sí mismos (accedieron al poder con engaños, luego ya no representan a nadie), y a efectos reales en la ciudadanía, asistimos a la usurpación de la Democracia por una Dictadura de facto "amparada por la ley". Así las cosas, cuesta oír la palabra "legal" sin sentir un escalofrío. La palabra "rescate" sin una sensación de ahogo. La palabra "político"  sin echarse mano a la cartera. La palabra "crisis" sin una penosa impresión de tocomocho. Y la palabra "Democracia" sin una tristísima y alarmante sensación de "deja vu" de lo que en su día, 1936, fue la palabra "República"... Tristezas y alarmismos aparte, he buscado en mi cabeza una connotación buena para la palabra "legal" y, cómo no, me sale la culturilla de bares, capítulo peña, sección amistades, apartado referencias: cuando se dice de un tío que es "legal" o que es "de ley". Sin tener nada que ver con la "justicia", y probablemente en su contra, un tío "legal" es un tío del que te puedes fiar. Di tú en Lavapiés que el gobierno es "legal". O en Carabanchel. Te comen. En estos barrios sí se habla con propiedad. Y "tío legal", de los de toda la vida, Rosendo. Las verdades del barquero (que no banquero, como cantaban en Cádiz) y hace ya algunos añitos. Masculino singular, también conocida como la canción del berberecho.