lunes, 17 de febrero de 2020

MELANCOLÍA (JUÁS)




Hay unos bots (o como sea que se llamen: tostadoras replicantes, rusos dopados, cien navajas suizas con un ataque de break-dance sobre cien teclados de ordenador...) que entran en el blog de manera inopinada e inopinante algunos días de la semana sabe dios con qué motivo. El número de visitas aumenta "significativamente", pero para mí no significa absolutamente nada ya que las huellas de su presencia (tengo detectores de movimiento y procedencias) sólo indica la visita de descerebrados, las tostadoras que decía antes... Pero tienen algo bueno las navajas suizas: que no pueden visitar todas la entrada más reciente, parece, y se dispersan aleatoriamente por los contenidos del blog, años atrás, a rebotar o lo que sea que hagan las navajas suizas cuando se masturban. Van muchos años ya como para que me acuerde de todo lo que escribí, así que la foto que tienen que hacerse en la entrada con el título (queda todo registrado) me ayuda a recordar textos antiguos, unas veces para bien y otras de vergüenza ajena de tan patético como me pongo con el tran tran de injusticias y crueldades que ha sobrellevado este blog a lo largo de su excéntrica existencia... Hoy he releído una con el título de "Alargafiestas (4)". La entrada y la chica de arriba son de Octubre del 2011, hace más de nueve años, y este que sigue era el texto que la acompañaba y por el que sigo poniendo la mano en el fuego y brindando con whisky. El otro día leí por ahí la mejor definición de melancolía: "La felicidad de estar triste". A eso le añado yo una carcajada y lo que sigue como digo, como dije:  


Sé que este país está hecho con las cáscaras de un suelo de barra, que los policías son muñecos, que el dinero abstracto no es dinero, que la realidad que nos provocan es la acuarela de un mono; sé que este país está hecho con las raspas de un poeta, con el pollo asado que pinta en la pared un hambriento, con los abrazos de los que se buscan las navajas mientras se abrazan; sé que en cada beso puede ocultarse una manera de callar al otro, que cada pesadumbre visible es la sucia ligereza del prójimo que la ve; sé que los modales del caníbal se llaman envidia, que la convivencia es el juego de mesa del mono de las acuarelas, que la piel de los políticos se escama con el roce de la indiferencia, que los malnacidos y los poderosos y las corbatas comparten con la muerte su prestigio solitario; sé que la risa es un don y que el hábito de la alegría la suscita; sé que el tiempo es un acuerdo entre amaneceres y sé, para acabar, que el amanecer es el único humor paulatino que cabe celebrar entre tanta mierda... Por todo ello, queridos, este brindis al sol. Con el permiso de Sábato, Sartre, Ciorán, Bacon y Goya, y hasta sin él, el optimismo de un alargafiestas. Que los Dioses protejan a esas honestas tetas de arriba y que a su dueña no le falte un querer.