martes, 7 de mayo de 2013

LA CANALLESCA BUENA (6)


En los espejos deformantes del Callejón del Gato David Trueba es Woody Allen. Y ya lo era hace un porrón de años cuando le odiábamos por tener enamoradita a Ariadna Gil (su Mia Farrow) y escribirle guiones y desnudarla y vestirla y hacerla reír y subirla en coches con reflejo de nubes en el capó y la factura a cargo de cualquier productora. Supongo que hay que tener mucha inventiva y mucho talento para que a una mujer así no se la acabe llevando King Kong. O en su caso, Arathorn y el Capitán Alatriste, dos en uno en el extraño acento argentino de Viggo Mortensen. Zanjada la discusión por la dama y tirando de otro hilo que el de Ariadna, a David Trueba se le pierde todo parecido con Woody Allen, se le perdona aprovecharse de y/o sufrir la influencia de su hermano Fernando y hasta se le aprecia en alguna de sus películas (esa cosa extraña de miniserie "¿Qué fue de Jorge Sanz?" es uno de los ejercicios más disparatados y originales que se ha hecho en España en mucho tiempo), pero donde hay que reconocerle un mérito inusitado es en su columna diaria en El País, revoloteando por encima de la programación de la tele, pero, "sobre todo", por encima del panorama de huesos de este bendito país de mierda. Ahí tenemos a un novelista en la distancia corta. Comparado con  los otros dos pájaros que vuelan a veces con él en la misma página, Juan Cruz y Carlos Boyero, a David Trueba se le nota que sí pisa la calle. Y con bastante aprovechamiento. Un gorrión gafapasta. Hoy me ha hecho gracia con esa propuesta de regalar orgasmos el pasado Día de la Madre. A como está el patio, mucho mejor ese gemido unánime en la corrala patria que la voz de fregona escurrida que pone Rouco Varela dando el Angelus. Y que el tío trabajó con Azcona, leche. Un gusto. Una impronta. Una libertad. Una trayectoria.