domingo, 31 de marzo de 2013

JEROEN DIJSSELBLOEM O LA VENGANZA DE LOS GILIPOLLAS


Jeroen René Victor Anton Dijsselbloem 

Trátese de pronunciar el nombre de arriba sin la ayuda de media botella de orujo. Es el actual presidente del Eurogrupo, el capo de los "ministros de finanzas", pero su nombre ya era impronunciable cuando los dinosaurios poblaban la tierra, así que los niños de Málaga le habríamos llamado inmediatamente Jerónimo, el holandés. El típico turista que se nos cocía como un langostino en dos días y que trataba de caerle simpático al camarero de chiringuito que llevaba camiones cisterna de cerveza y sangría a la escandalosa mesa donde Jerónimo, el holandés, alternaba con otros paisanos suyos igualmente cocidos por dentro y por fuera. Al cuarto día de vacaciones a Jerónimo le había picado una medusa, la hija de Andrés, el de los espetos, le había zumbado una hostia en la feria, y en el bar de Paco le cobraban lo que les daba la gana por la ración de jamón serrano seco a la que se había vuelto adicto. Como espectadores privilegiados, los niños teníamos un concepto flexible del turismo durante esos años: lo mismo disfrutábamos con las escenas más rentables de servilismo que con la transformación de un chiringuito de playa en una granja de rehabilitación para alcohólicos bajo el hilo musical de Georgie Dann. Pagaban por el sol, nos dejaban alegremente su dinero y se volvían llorando a sus oscuras y húmedas casas en oscuras y húmedas ciudades a tomar por culo de Málaga. De vez en cuando una pelea,  un embarazo local o visitante, y hasta un alquiler sin pagar, pero iba todo en el mismo paquete y se les aguantaba con gusto. Una cosa por la otra. Nosotros a lo nuestro y ellos a lo suyo. Así estuvo siendo hasta un impreciso día de nuestra incorporación a Europa en que todo cambió, chico. Y el borracho de la mesa de los cantares empezó a llamar desde su oscura y húmeda casa a tomar por culo para decirle al camarero del chiringuito a qué temperatura tenía que freír los boquerones. Y la gorda sin cuello, la que se comía las primeras raciones de coquinas con cuchillo y tenedor, es ahora la que dice la música que hay que tocar en la caseta de la feria, los rumberos que se van al paro y la hora en la que entra la policía dando palos. Y el holandés gilipollas (cómo se llamaba, hombre, sí, Jerónimo), al que le dio calabazas la hija de Andrés, al que hubo que operar de urgencias en Carlos Haya porque se comió un chumbo sin pelar, ese es el tiparraco que le está amenazando a Andrés y a Paquito desde su húmedo y oscuro despacho a tomar por culo con quitarles su chiringuito, su bar, y el veinte por ciento de lo que tienen en el banco, porque a él, y la mesa de borrachos alemanes de al lado, les apetece otra ronda de col hervida a nuestra costa. Del Sol. O eso, o la nación en pago, Paquito. ¿Ves? Ya hago juego de palabras como vosotros cuando reíais de mí. Dónde habrás pasado tú las últimas vacaciones, Jerónimo, gilipollas. En Grecia. En Chipre. Por ahí.