miércoles, 23 de diciembre de 2009

FICCIÓN A LA CONTRA

Es práctica habitual en el Circo matar al personaje cuyo actor acaba de pedir una revisión al alza de su contrato: o se le mata o se le manda de viaje lejos; ese personaje no vuelve a salir en la serie a no ser que pida perdón de rodillas y el guionista le haya dejado un hueco para su regreso o su resurrección. En literatura, hay mucho escritorcillo que se queja de la rebelión repentina de sus personajes. Se les fueron de las manos, dicen. Gilipollas. Una cosa es que el personaje evolucione según las pautas que marcaste y otra, muy distinta, que el bicho se autoescriba. Eso no pasa, joder, a no ser que quieras una excusa barata por haber disparatado. Pero a lo que iba es a lo contrario. Cuando el personaje mata al autor. Salvando la pequeña obra maestra de "La Continuidad de los Parques", de Cortázar, y alguna que otra tontería de Unamuno o de Pirandello, hay personajes que han anulado por completo a sus autores: Caperucita, Pinocho, Moby Dick, el Capital, Marlon Brando... ¿Quién se acuerda de Perrault/Hnos. Grimm, Collodi, Melville, Marx, Conrad? O ese otro ejemplo más reciente: Lady Di fue escrita por los servicios secretos británicos. ¿Quién se acuerda del MI5? Y últimamente Los Alcántara, que fueron escritos por Franco. ¿Quién se acuerda de Franco? Personajes que matan a su autor (Cuéntame vs. Franco / El Capital vs. Marx) y autores que matan a su personaje literalmente (MI5 vs. Lady Di). De modo que al loro con lo que escribes, que el folio te mira de reojo y no perdona.