martes, 11 de diciembre de 2012

CANADÁ BUSCA SOLDADORES


Entre los muchos dogmas del socialismo está la fe en la integridad de la clase obrera. Con una buena educación, con una buena atención sanitaria y con unos buenos sueldos iguales para todos la clase obrera íntegra eleva la productividad de un país hasta descorcharlo de felicidad y buen nivel de vida como el tapón de una botella de champán. 

Entre los muchos dogmas del capitalismo está la fe en el vicio de la clase obrera. Con una buena manipulación, con unas buenas drogas y con unos buenos acicates económicos en función de la valía de cada cual la clase obrera viciosa eleva la productividad de un país hasta descorcharlo de felicidad y buen nivel de vida como el tapón de una botella de champán.

Stalin apartó a sus obreros viciosos (y librepensadores) en Siberia. Roosevelt apartó a sus obreros íntegros (y pobres) en el Ejército de Salvación.

Felipe González colocó a todos sus obreros íntegros en los sindicatos (hasta que no dieron un palo al agua).

José María Aznar colocó a todos sus obreros viciosos en las empresas estatales (hasta hacerlas privadas y deficitarias).

José Luis Rodríguez Zapatero colocó a todos sus obreros librepensadores y pobres en el gobierno (hasta hacerlos dibujantes de Walt Disney, no ministros).

Mariano Rajoy no ha podido colocar a ningún obrero. Los íntegros están muertos, los viciosos se han hecho empresarios, y la productividad de este país la eleva la Iglesia, Angela Merkel desde la Troika (Siberia) y el Ejército de Salvación desde la FAES hasta descorchar a España de angustia y mal rollo como el tapón de una botella de vinagre.

En uno y otro sentido, siempre la "clase obrera". Como si alguno de los que he mencionado arriba supiera qué es eso o hubiera tenido alguna vez en la vida un trabajo de verdad. Incluido el retratado, que ordeñaba las vacas de su padre pensando en Carlomagno. Y eso no es ordeñar. Lo de la Expo de Sevilla sí, y lo de Filesa, y lo del metro de Colombia, y lo de Cisneros, pero lo de las vacas no... Por esas mismas fechas empezó a pudrirse la clase obrera en este país, más o menos. Con el destrozo de la industria pesada, los astilleros, la minería... Todos a matar vacas y a arrancar vides y olivos, y a ponerle un cántaro a la entrada de la choza de la abuela ("Casa Rural La Tía Frasca"), y todos de excursión al parque temático del cemento, aihó aihó, como boy scouts con un lápiz en la oreja. Así tenemos hoy menos curritos de verdad en España que en la planta joven del Corte Inglés. O jubilados, o enfermos, o parados sin esperanza. Y los demás todos clase media baja alta con veleta en el balcón y el perro con el rólex de plástico, que yo he llegado a levantarme 4.000 euros al mes y cuando empecé no sabía pegar una loseta derecha en un cuarto de baño. Ni cuando terminaste, colega... Podremos mandar ingenieros a Alemania, médicos a Inglaterra y arquitectos a Estados Unidos, pero a ver qué curritos vamos a exportar con lo mal acostumbrados que van, las hostias que llevan, el hambre que gastan y el saldo de integridad insuficiente que lucen en la tarjeta de crédito... Como si lo viera. Con todo mi respeto por los buenos profesionales, ahora que los canadienses quieren soldadores y electricistas, no faltarán españoles que ya hayan empezado a pedir el enchufe desde aquí, y el anticipo, y la dieta por desplazamiento, como cuando les llamaban para una urbanización en Calpe y se iban enterando de cómo se soldaba con varilla en la furgoneta. Soldadores y electricistas patrios pensándose lo de Canadá en el Corte Inglés de antes, a ver a cuánto están las camisas de franela a cuadros. De leñador. Y los esquíes. Lo que es un trabajador capitalista. Clase obrera fashion. Inglés medio alto. Con veleta. Francés pagando.