lunes, 13 de febrero de 2023

BUEN "CUEGPO" DESPUÉS DE LOS GOYA


Aguanté como una estaca en el gallinero las tres horas y media de la gala de los Goya 37. Menos guión de continuidad y sobriedad en los presentadores, pero el lastre de siempre con las dedicatorias. Más en el directo, con la losa de la muerte el día anterior precisamente del Goya de Honor, Carlos Saura. Aún así, mereció la pena por "As Bestas" y por el Goya a los unicornios, y también por el amplio aparte que nos hicieron luego en la fiesta a los fumadores, con comida, bebida y sin latigazos. Ahora que lo pienso, todo fue comer pescado desde que llegamos el sábado a Sevilla hasta el domingo a mediodía, en un buen bar por Triana en el que todavía no tenían abierta la cocina, pero sí despachaban jamón. Buen reencuentro con la Cruzcampo en su punto justo de frío, buen tiempo en el Guadalquivir y mucho buen actor avinagrado sin Goya en la cola de vuelta a Madrid desde Santa Justa. Es un trabajo especialito, el de actor. Aunque te lleven los demonios por dentro, pero venga a poner buena cara y sonreír con las fotos de los fans, y son muy cansinos en esa tropa. Con sus sobresaltos hormonales y la merma en educación que les provoca su urgencia de "likes" en las redes, están desatados. Cazadores cuando llegamos, cazadores más necesitados aún cuando salíamos. Un montonazo. Recuerdo especial para dos actuaciones de esa noche, "Cantares" (Manuel Carrasco) y "Alegría de Vivir" (Israel Fernández y Pablo López), ambas con un sonido excelente y unas interpretaciones de la hostia, de ésas que darán que hablar un tiempecito (esas síncopas de Pablo López con la letra), y recuerdo emotivo también para dos Goyas muy en concreto, el de Laura Galán, por "Cerdita" (una sincera alegría la de la actriz), y el que le dieron a Telmo Irureta por "La Consagración de la Primavera": ¡irrumpió en el escenario como un galán en descapotable, el tío! Horas más tarde, en pleno follón de la fiesta, me dio muchísima ternura ver cómo le acariciaban la cabeza cuando nos íbamos ya del sarao, sobre las tres de la mañana. Su cuidadora (su madre, su familiar, quien fuera, un cariño inmenso...) le acunaba la cabeza y le acariciaba las mejillas; él estiraba el cuello allí, desde la silla de ruedas, con carita de ser un niño de nuevo, desvalido, fuera de su entorno, e infinitamente cansado... A mí me compensó tanto petardeo, no sé a él. Pero igual hoy lunes se acuerda de todo con ilusión, lejos ya de los trastornos y del agobio. A disfrutar del cabezón, colega, más ligero, más pequeño, más "moderno"... Pues no sé... Resultaban más auténticos y más "Goyas" los reclamos que colocaron de adorno los sevillanos por toda Sevilla que aquellos prêt-à-porter que repartieron la noche en cuestión con aspecto de chocolate de Ketama: la noche tenía trasfondo de reciclaje (una aleación de bronce más sostenible, parece ser), y por poco no le dan un Goya también a Fernando Esteso, que vino a entregar uno y apareció achacoso con la garrota, el pobre, casi pidiendo una reunión urgente con Saura y Villaronga... Hablando de prêt-à-porter, arriba, una de las sorpresas de la noche, Denis Ménochet. Goya al mejor actor por "As Bestas". Todo el mundo hablando francés esa noche, oye, hasta Antonio de la Torre. Cualquier año vamos a celebrar los Goya en París, a ver cómo se les queda el cuegpo a los franchutes... Lo suyo allí deberían ser los premios Zola, ¿no? Pues nada, que como Zola no pintaba, no tienen un Delacroix o un Monet con patillas del que echar mano y son los premios César, como si estuviéramos en la Roma Imperial, que los italianos tendrían en cinemascope el circo romano, pero poco más...