viernes, 10 de diciembre de 2010

DE CONCHAS FINAS Y ESPÍAS RETIRADOS EN TORREMOLINOS


Haciendo un poquito de patria, pese a que el manjar no me guste, y porque las ostras de antes no se suban a la parra, racioncita de conchas finas de Málaga. Limón y pimienta al gusto, y pa' dentro. Lo hice una vez y dije socorro. El bicho se come vivo, claro, y comerse el aparato digestivo de alguien para luego digerirlo tú es redudante, aparte de capicúa. Prefiero pintarlo. Y un verdadero placer, oiga. Lo que es perderse en la curva de una almeja. Ocho almejas. Un placer haber merodeado como un turista inapetente en sus blanduras y transparencias. Haber hurgado con el pincelito en los huecos de sus conchas y en el punto "g" de sus brillos hasta la salivación. Pura psicología inversa, supongo. Con todo, ha quedado un bodegón de lo más sereno. No digo yo que suscite una égloga, pero estos platos suelen tener un entorno de camareros histéricos, barullo de prisas y a ver quién pide más cervezas con la de gente que hay para llegar a la barra. Con esto de los moluscos, creo que voy a seguir con las coquinas. A lo mejor unas navajas. Últimamente todo va de filtraciones, que es como se alimentan estas señoras, mayormente. Assange, cata una, que los ingleses seguro que te tienen a Beefeater en la Torre de Londres. Concha fina, australiano. Cute Clam. De Málaga. Con la de espías que se retiran en Torremolinos... Vistos con estos ojitos, jugando entre ellos a la paleta en la playa. El ruso contra el americano, el chino contra el japonés, el alemán contra el francés... Todos con el pelo blanco cortado a navaja, ochocientos años, y mirando de reojo hasta la hora, cuanti más la hamaca enemiga de al lado.