martes, 9 de julio de 2013

LOS UMBRALES DEL DOLOR Y LAS METAS VOLANTES DEL TOUR


De los jockeys de carne se pasó a los jockeys de alambre y los llamaron ciclistas. A mediados del XIX, el primer caballo a pedales, más o menos. De pequeño pensabas que la gente iba en bici porque no tenía dinero para comprarse una moto, lo que era una verdad como un templo en el pueblo, pero luego veías a Ángel Nieto en la tele y te dabas cuenta de que tenía más pinta de haber robado la moto que de habérsela comprado. El Tour de España, la Vuelta a Francia y el Mondo que gira en Italia no me decían demasiado. Antes de Induráin y de Perico Delgado, toda la épica que podía apreciar en el ciclismo era un derivado enfermizo entre el suicidio de Ocaña y que a Eddy Merck le llamaran El Caníbal. Un escopetazo en su bodega, el español, y el otro a devorar rivales por los arcenes, ahí queda ese despojo humano, esa carcasa de pollo, ese esqueleto. Gastronomía a pedales. Si a eso le añades que Contador dio positivo en un control antidoping por comerse un churrasco, comprendes que televisen las carreras en la hora de la comida. O que al pelotón lo llamen la serpiente multicolor. La serpiente es el símbolo de las farmacias y no hay mejor metáfora que la que viene con curvas y excusas variopintas para sugerirte que van puestos hasta arriba. Amstrong subiendo un puerto como una pegatina sobre una moto, impertérrito, puesto hasta arriba, y la sonrisa llena de dientes de Contador y esos ojillos que fija la gloria en los podiums. La ruta del bacalao aporta especímenes más discretos. Neng. Pero algo bueno tiene el ciclismo, y hay que reconocérselo. Aparte de su vertiente literaria, que es mejor que su mera vertiente deportiva (siempre recomiendo "Plomo en los Bolsillos", de Ander Izaguirre), el ciclismo cumple su función de avanzadilla farmacéutica como la industria espacial y la militar cumplen su papel de avanzadilla tecnológica. Si no fuera por esos entrenadores, esos médicos y esos jockeys cobayas, no sabríamos tanto de la capacidad de resistencia del cuerpo humano o de cómo engañarla. Llamar meta a lo que sólo es un umbral del dolor para un médico Mengele, como si le tirara un palito a un perro drogado. Y hasta llamarla meta volante. El mismo palito al mismo perro drogado al que ahora has hecho creer que puede volar. Volarás, Pantani. Volarás... Seréis como dioses, siempre que no se os derrita la cera de las alas en ningún control. Mutantes patrocinados por Sanitarios Roca o similar. Lo que dure la valla con ruedas, jefe. Pero es que son tan pequeñitos... ¿Recuerda vd. con Induráin? Qué tiempos más buenos. En la espalda del navarro nos cabía un anuncio de colchones... "Eufemiano, dale otra pizca de esos polvos tuyos al líder que se le está atenuando la sonrisa en el esfuerzo...". Ah, y un chistecillo racista con bici: 
-No te rías nunca de un gitano en bicicleta...
-¿Por qué no?
-Podría ser la tuya.