jueves, 1 de marzo de 2012

WALTER

Desde anoche Walter es mi héroe del siglo XXI. Un muppet. Un muñeco. El prota de "The Muppets" (2011). Qué película más buena. Felicidad, optimismo, alegría, subversión, amistad... Y un detalle que me conmovió hasta el tuétano (ojo: spoiler): El número que le piden a Walter para pertenecer por fin al club de los muppets. Walter se ha "criado" entre humanos y no tiene asumida su condición de artista. Es fan, es admirador: los venera; pero, ¿ser uno de ellos? El reto es abrumador y lo tiene anulado. No se le ocurre nada. Es tímido, es sencillo, es poca cosa. Toda su vida la ha dedicado a su culto a los muppets: colecciona sus artículos publicitarios, se ha visto una y mil veces sus sketches, sus películas. ¿Ser uno de ellos? Es demasiado. Fracasará. Pero ahí sale al escenario... Dios. El teatro está abarrotado. Silencio primigenio. ¿Qué hace entonces Walter? El muñeco... SILBA. El número de Walter es una canción silbada. Bendito Jim Henson: qué maravillosa escuela dejó. Esos tipos locos hicieron que Walter silbara. Técnicas, doblajes y dobladores aparte, estamos hablando del concepto (como diría Manquiña): es Anaxímenes y su aire, cojones. El Élan Vital de Bergson. Y por abundar más, "las manos del hombre son la causa de su inteligencia", que dijo Anaxágoras. Esa mano que tiene dentro Walter. Ese aire inexistente con el que silba por haberse tragado una mano... Y fui feliz. Y merece la pena confiar en la alegría de la gente y en su talento y estar aquí para disfrutarlo cuando se producen milagros así. ¿Por qué no es el único tema de conversación y de risas en el mundo desde que se estrenó esta película?