sábado, 28 de diciembre de 2013

EMPADRONEMOS A LOS ESPERMATOZOIDES A ULTRANZA


Ya puestos a tocar los ovarios con el asunto del aborto, ¿por qué no ampliar la cobertura moral de la ley de una forma más generosa? Hoy, celebración de la primera matanza de niños del comunista y antisistema rey Herodes, es una fecha excelente para animar al gobierno a que mejore esta ley tan timorata y la lleve hasta a sus últimas consecuencias en cuanto al amparo de los fetos todavía sin flequillo. Independientemente de la distinción (por la vía del desprecio) de los "fetos malos" de los fetos buenos, esto es (estos son, los malos), los concebidos de manera no deseada por la parte femenina del coito (¿desconocen a su violador todas las violadas? ¿están todas las violaciones fuera del matrimonio? ¿todas son denunciadas? ¿las de puertas adentro? ¿no se ha producido ninguna con desayuno frente al violador al día siguiente?) y su consecuente, lógico, higiénico y cristiano asesinato antes de su nacimiento, desde aquí proponemos ampliar la defensa a ultranza de la vida prohibiendo legalmente la masturbación masculina en la convicción científica de que en cada eyaculación aérea o en celulosa se produce, también a ultranza, la intolerable degollina deportiva de millones de fetos sin flequillo. Kleenex, Auschwitz, campos de exterminio los dos, la eyaculación sin propósito demografía interrupta, y Onán, un energúmeno mucho peor que Herodes, por solitario, independiente y furtivo, como una clínica abortiva de descampado con malos pensamientos, dos piernas y, al menos, una mano pecadora. Onán es el referente a eliminar como modelo y práctica anticonceptiva (ahora que se impone la separación educativa por sexos y con ella la distancia, que es el recuerdo permanente de los cuerpos libidinosos) al modo de nazis salidos, con los ojos gachos. Así, ellas no podrán abortar cuando les dé la gana (sus cuerpos son del Estado) y ellos no se podrán masturbar cuando les apetezca (sus espermatozoides son bienes públicos, como las farolas). Item más. Los onanistas, esos hombres gárgola en el espasmo final, serán tipificados en el nuevo código penal como asesinos en primer grado y la pornografía en sí como instigación directa al homicidio. Minifaldas, escotes, labios carnosos y nalgas dignas de más de un vistazo serán exhibicionismos, aditamentos, ornamentos y perniciosas naturalezas circunscritas en esta nueva ordenación penal como armas mortales a ultranza, y sus portadoras y predicadas serán reas de lesa humanidad. Y a partir de hoy, por qué no, que todo individuo varón en edad de procrear inscriba sus testículos en el padrón correspondiente como familia numerosa (por resumir: ellas posan sus pechos en una bandeja en las mamografías, ellos sus testículos en un registro civil al caso), que ya se les irá poniendo nombre católico a los espermatozoides según se vayan acomodando cada uno en su ovario de rigor y engendrando su cuerpo humano como Dios manda, o contrahecho y gimiente, que para el caso que nos ocupa nos da lo mismo a los enemigos de Herodes y de Onán desde el avistamiento pecaminoso de la primera curva de fémina, que tenían que gestar dos años o más, como las elefantas, para que vivan más y mejor su condición de víctimas libres. 

Eran malos tiempos para la lírica ya en los ochenta. Muerto Coppini (q.e.p.d.), a ver quién hace un verso libre estos años en los que mirar a los ojos de la gente ha comenzado a dar pánico.