martes, 12 de mayo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS EN ALGÚN LUGAR DE LAVAPIÉS (60º DÍA DE CUARENTENA)


Nublado panza de burro en Madrid. Unos gorriones en Fase 0 se ponen a retarle a un mirlo en Fase Fa Mayor sobre unos cables. Dos tipos de despertadores que rara vez se pondrán acordes. Hoy tengo bajo el filtro de los juegos de palabras. No sé si estarán abiertos esos talleres. Las ópticas todavía no. Yo sólo tengo una patilla de las gafas renga, con poliomelitis sobrevenida, pero al que se le rompan los cristales estos días, el coronavirus le va a cambiar aún más su visión del mundo. Me las he apañado con una goma elástica de libreta fijada a ambos lados con alambritos en torniquete. Salgo poco. La patilla accidentada vuelve a su ser por la tensión, los cristales se me pegan a los ojos, y hay mañanas que me zambullo literalmente en la lectura, me hago dos largos por las columnas de El País y eldiario.es, y luego me sacudo el agua ante el ordenador como un mastín de los Pirineos de nombre Speedo. El nadador de crónicas. Estoy hecho un Burt Lancaster.

La policía ha tenido que interrumpir 400 fiestas privadas este fin de semana solo en Madrid. Espero que en diferentes casas. También han intervenido en muchos botellones... Esto me inquieta mucho más. Cuando no hay nadie absolutamente por la calle que no vaya cada uno a sus cosas, cuando no hay absolutamente nadie en plazas, avenidas y glorietas que parezca conocerse entre sí más que algún conciliábulo furtivo de tres amigos en triángulo equilátero mosca, quedas tú con dos docenas de coleguitas y os emborracháis en secreto bebiendo, bailando y cantando a berridos viejas coplas de camaradería en alguna placita rodeada de viviendas pero sin vecinos con ojos y orejas cerca... El ejército invisible de los gilipollas conspira a diario para conquistar el mundo. ¿Cómo interceptar sus sofisticados planes? ¿Cómo enfrentarse a su poderoso servicio de inteligencia, mete las cuatro botellas de Larios en la bolsa de la farmacia, corre?

Ayer estuvieron todo el día en la tele y en la radio dando la brasa con las terrazas de Sevilla como si hubieran descubierto unas nuevas en Machu Picchu... Geniales, maravillosas las terrazas de Sevilla, doy fe, pero fue demasiado claqué para los que tenemos todavía el suelo acorchado. Hablo por Madrid, aunque imagino la misma pelusa por Málaga... Que si la primera cañita, el primer aperitivo, el primer brindis en la calle al sol de las tapas... Con todo, no fue tanta la fiesta que cabría esperarse... Con todo, el foco sobre Sevilla estaba justificado por ser la ciudad más grande en Fase 1... Lo más triste fue leer entre líneas ese claqué. Había miedo. Los bailarines estaban asustados. Los tiros de las cámaras hicieron la función de los bravucones que disparan a los pies de los pobres diablos en las pelis del Oeste (otra vez) para que bailen... ¿Habéis abierto las terrazas? Bailad, malditos. Los titulares también daban penita: "Sevilla arranca la Fase 1 con mucha prudencia". Y los Piratas de Mompracem inician con ilusión su nueva colección de sellos... A ver cómo recuperas tu prestigio después de eso. Puede que ocurra algo parecido en Madrid. Pero puede que nos salven los gilipollas, mira. Alguna asociación inesperada entre un nuevo gilipollas y un viejo randa. Por si hay que juntarse para meterle fuego a una ración de chorizos al infierno con el disco ardiendo de los grandes éxitos de balcón del Dúo Dinámico. En un 50 % de mesa de terraza, por supuesto.

Habrá quien esté aprendiendo silbo gomero a toda prisa para ir bien pertrechado idiomáticamente a una terraza de la isla homónima, pero es tarea redundante donde las haya. El silbo gomero lleva siendo el esperanto de las terrazas de bar desde tiempos inmemoriales. Otra cosa es que se quiera aprender el silbo gomero académico, que ahí ya no me meto. Allá cada uno si quiere pedir "patatas" arrugadas en lugar de las papas arrugadas de toda la vida, el camarero va a venir lo mismo aunque le silbes tartamudo o cualquier inconveniencia. Y otra cosa, cuando llegue el hombre, se le pregunta por su nombre amablemente y se le piden las cosas por favor, que es el otro esperanto de las terrazas en España.

No sé si a otros países les pasa lo mismo que al nuestro en estos momentos, pero si hiciéramos el resumen hasta ahora de nuestras líneas direccionales de actuación conjunta contra el "Corona Virus Diciembre 19" y de las "ideas fuerza" de nuestra épica lucha contra la pandemia serían: "Papel Higiénico", "Levadura", "Gloria Gaynor", "Báscula", "Peluquerías" y "Terrazas"... Monta tú un proyecto de futuro como nación con esos mimbres... Pídele tú al Ejército que defienda nuestras fronteras hasta el último hombre, bien alta y orgullosa la bandera que nos une con lo que decía antes... At first I was afraid, I was petrified...

La Comunidad de Madrid vende Virgen de Bartolomé Murillo en buen estado. Mejor de la parte de Bartolomé que de la de Murillo. Y la parte de Bartolomé podría quedarse en Bartolo con un agujero solo si se le mira la firma de cerca. Está un poco deteriorada de por sí (otros dicen que perturbada) y por el mal, ay, uso del aspa como rúbrica válida. Precio negociable, claro está. ¿Sabían que Murillo se mató cayéndose de un andamio? Pues algo parecido ocurre con nuestra presidenta. Todo Madrid lleno de palos de sombrajo y caídas de bombero. Urge.

Si hoy entrara el Ejército Rojo en Madrid y los líderes nazis no vieran otra posibilidad (benditos sean) que suicidarse en sus búnkeres, encontraríamos dos cadáveres adultos, pero imberbes y cogiditos de la mano, en una tienda superguay de Imaginarium: el alcalde y la presidenta de la comunidad muertos con sendos tiros de regaliz fascista en las sienes.

¿Cómo mezclas las jugueterías con la política? Arriba hay un chuletón de verdad en una bandeja de corchopán. La fusión de Kiko Veneno y los hermanos Amador es el principio de todo. Así como el cajón flamenco que puso de moda Paco de Lucía venía de Perú, y volvemos a Machu Picchu.


20:05 p:m:

Pinta mal la cosa para seguir aplaudiendo.
Acudimos al balcón los incondicionales, cada vez menos, y hoy he sido yo el que ha gritado.
El vecino estaba en su puesto del ""¡Vamos!", sí, resguardándose de la lluvia y asomando el cuerpo sólo un poquito, pero aplaudía tan triste que hubo que salir al quite.
No pude remediarlo y grité su parte del guión.
Ni se animó ni creo que le sorprendiera.
Me saludó torpemente con la mano y se metió dentro.
60º día de cuarentena.
Dos meses.
Pinta mal la cosa.