viernes, 31 de mayo de 2013

¡OH, ENTRENADOR, MI ENTRENADOR...!


Una trayectoria de mérito en el PP es afiliarte a los dieciocho años a sus Juventudes Cumbayá, comenzar de concejal soso de fiestas también cumbayá y, ya con tu súper megatítulo de arquitecto técnico (para uno del PP, lo mismo que un mono con una guillette), que te nombren Caballero concejal de urbanismo y ganarte los suspiros de las damiselas feudales de Madrid como campeón de las recalificaciones y los favores. "A vos dedico estas tierras, marquesa". "Suyas son estas lomas del nuevo plan urbanístico". "Castellón y cierra España, osea". Así acabas de alcalde guay del propio Castellón y luego puedes esperar tu oportunidad de asomar de entre toda la pila de cadáveres trajeados de la trama Gürtel levantina (Walking Fashion), Camps, Costa, etc., sacar tu nueva y canosa cabeza de senador mormón por Iowa, y coronarte presidente de la Generalitat Valenciana (Mordor, según El Intermedio, unas risas). La trayectoria trantrán de Alberto Fabra, sin nada que ver con Carlos Fabra, todo un senador mormón por Iowa cortando su césped los sábados por la mañana para que lo vean los vecinos, pero cortito de carisma... "¡Eh, vecinos!" Portazo. Como un problema hormonal, cortito de liderazgo y don de gentes... Al igual que le pasa a Salvador Victoria en Madrid, Alberto Fabra, como senador mormón por Iowa con un núcleo familiar fuerte y pick-up a la entrada, necesita fotografiarse de político cercano y servicial para que no se note que no hay nadie dentro del maniquí de senador mormón por Iowa, como su propio cargo indica...

Un esfuerzo que ha acompañado con la sumisión de un lobo epsilon (por no decir omega) buscando la sabiduría y la protección de los lobos alfa de la manada pepera. Aquí le vemos tratando de imitar la sonrisa escalofriante de Cotino el Hierático, por ejemplo...


Y aquí, abandonándose placenteramente a la pinza mofletera de su antecesor en el cargo, Camps el Bendecidor...


Toda una lucha de años por demostrar el carácter y la energía de un auténtico senador mormón por Iowa con la barbacoa siempre disponible para los amigos... Pero sin éxito. Cortito de carisma para toda la vida... En esa melancolía andaba Alberto Fabra cuando alguien le dijo que su problema con la tiroides del carisma tenía remedio, si se ponía en manos del curandero adecuado. Un "personal coach leader trainer" experto en revitalizar senadores mormones por Iowa sin carácter ni energía. El curandero costaba 20.000 euros, pero qué más daba, si lo iba a pagar la Generalitat... No sabemos cuántas sesiones de espiritismo le dio tiempo a hacerle el Bróker-Mantra (Napoleón, ¿estás con nosotros? Lincoln, si estás en la habitación, carraspea en inglés), pero el presidente de la Generalitat tuvo que despedir a su Sargento de Hierro Vudú a toda prisa, que lo habían sosprendido los medios de comunicación clavándole alfileritos a Jaime I a costa del erario público y eso no podía ser. El carisma, cada uno de sus genes o de su bolsillo, Albertito. ¿Que no tienes tiroides popular? Te fastidias. No haberte dedicado a la política, que sólo eres aparejador, colega... Así que deja la güija donde estaba. Desde la Generalitat se han excusado inmediatamente diciendo que la "práctica de contratar a un personal coach brujo consolador leader fucking man, come on, es común en muchos gobiernos, entre ellos el de Obama". Es cierto. Carrito del helao' aparte, todos sabemos que el presidente de los Estados Unidos tiene la personalidad que tiene de cartearse con un podólogo animista de Honolulu. ¿Qué tenemos que recriminarle entonces nosotros a Alberto Fabra? ¿Que contratara sin pensar al analista del Mago de Oz? Si él pudo devolverle el corazón al Hombre de Hojalata, ¿por qué no iba a conseguirle un carisma al senador mormón por Iowa? Joder, Obama tardó lo suyo en ser negro y nadie le anduvo sacando las vergüenzas por los periódicos... Ahora ha tenido que despedir a su personal Michael Landon think tank (la escena fue desgarradora y plana a la vez, a lo Spielberg) y ahora el pobre anda subiéndose cada dos por tres al sillón de su despacho, las manos en los costados, firme como un senador mormón por Iowa en un acto religioso privado en la iglesia de su comunidad, mirando soñadoramente por la ventana hacia la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia: "¡Oh, entrenador, mi entrenador..." Yo no digo nada, pero ese sillón es giratorio, y alguna tarde de nostalgia por su coach Robin Williams de la Gestapo del Carisma vamos a tener un disgusto...