miércoles, 26 de junio de 2013

EL TAMBOR DE PLATINO


En la vergüenza histórica de la Inquisición los españoles no tuvimos nada que ver, sólo los curas. En la ignominia del Nazismo los alemanes no tuvieron nada que ver, sólo los nazis. No hace mucho asistimos a una rectificación oficial de la Iglesia por aquello de quemar herejes y brujos, y hasta por lo de que la Tierra no giraba alrededor del sol: "Nos columpiamos... Era divertido". Y también no hace mucho asistimos a los aspavientos de los alemanes al descubrir que Günter Grass, premio nobel de literatura, había servido en la Waffen-SS con diecisiete años... El problema del escritor no fue el haberlo hecho (reclutado junto a un millón de menores de edad, en 1944), sino reconocerlo abiertamente: "Sí. Me obligaron. Lo hice. Preferí vivir a morir fusilado. No estoy orgulloso de ello". A ese respecto, podríamos comparar la sinceridad suicida del alemán con los circunloquios cobardes de nuestro nobel Camilo José Cela, por poner un caso, tratando de negar su afección por el franquismo, su trabajo de censor o los beneficios que le supuso su nivel de servilismo bajuno al régimen. Venimos de la misma oscuridad del siglo XX, alemanes y españoles, de dos guerras y de dos espantos en el poder. Sin embargo, las cicatrices que los alemanes todavía no han logrado olvidar ni con ácido sulfúrico (brutales y expeditivas sus leyes contra cualquier recordatorio nazi), aquí las tenemos por alegres tatuajes del Movimiento en ministerios, televisiones, periódicos y editoriales, gracias a una transición Pokemon en la que los monstruos de la dictadura y del tardofranquismo quedaban convertidos repentinamente en bichitos amarillos y demócratas. Ninguna culpa, ningún estigma, ningún antecedente, ninguna "memoria histórica". Incluso en este arranque del siglo XXI se les vuelve a dejar que campen por estrados y tribunas luciendo sus antiguos correajes ideológicos y sus cilicios del Opus Dei. Por ello, como en la Inquisición y en el Nazismo, en esta crisis financiera que estamos padeciendo, los bancos y sus esbirros de la política no tienen nada que ver, sólo los que han vivido por encima de sus posibilidades: los pobres de mierda. Así que estoy convencido de que cuando pasen un par de décadas y tengamos algo de perspectiva histórica, cuando podamos levantarnos de la mugre y de las cenizas con un poquito de entereza y dignidad, todos aquellos que votaron al partido de la marginación, el clasismo, la incultura, la corrupción, la religión y el exterminio de los débiles, todos aquellos que votaron a favor de Rajoy y sus comandos de aniquilación, expolio y privatización en cajas de ahorro, colegios, hospitales y universidades, todos aquellos que votaron al PP de la humillación, el paro, la miseria y el exilio, lo negarán en cualquier juicio, tertulia, documento o conversación de ascensor. "De esta ruina sólo tuvo la culpa Bárcenas y yo ni siquiera lo conocía en persona". No creceremos ni pa'trás en este bendito país de mierda. O sí. Y estamos creciendo precisamente hacia atrás. Hasta detenernos lúgubremente en nuestra infancia fascista. El Tambor de Hojalata  es ahora de platino. ¿A quién votabas tú cuando en España fusilaban a mil dependientes al año? Ya sé que aquí estamos más con el enano de Juego de Tronos que con Oscar Matzerath, pero tenía que decirlo. Por los indignados que le gritan a los escaparates del Corte Inglés y siguen sin romperse.