viernes, 3 de mayo de 2013

MI MALA CABEZA


Ya no recuerdo si fue Caballero Bonald o Fernando Quiñones el que me llamó "burro" en una entrega de premios en el hotel Palace de Madrid, allá mediados los ochenta. Estaban patrocinados por una marca de zapatos o algo así, yo estaba allí en "calidad" de prensa acreditada (juás) y a mí me pareció que no se hacía justicia poética ni de la otra dándole el primer premio a un tipo que no me gustaba, objetivamente, ni por su aspecto ni por el título de su cuento. La objetividad siempre ha sido lo mío... Me levanté de la mesa, chasqueé los tacones y me largué de allí a paso militar, por no decir nazi o perroflauta reivindicativo, que viene a ser lo mismo. Buen vino, buen marisco, buena compañía, pero el premio una mierda. Y no recuerdo cuál de los dos estaba allí mirándome con ojos de basilisco desde la carísima tribuna de seda y gritándome "burro, pero qué burro". Ah, mi mala cabeza... Quiñones está muerto, el hombre, así que no hay anagnórisis ni CSI que me lo pueda confirmar ya. Bonald está vivo y tampoco sé. Desde luego, ninguna "burrada" con la que comparar mi recuerdo tras su discurso de super agradecimiento, oyes, por el premio Cervantes de este año. Lo más inapropiado que dijo fue algo sobre los "desahucios de la razón" (qué atrevimiento), no se vaya a molestar el ministro, el presidente o el que quiera que me va a extender el talón para las cuchipandas gaditanas. Tan bohemio y tan excéntrico y tan gran poeta, mira tú, pero firme ahí en su torre de marfil jerezano con su copita de manzanilla y sus ojos más para atrás que para adelante. Malas puñalás le den al que piense que era una oportunidad cojonuda para repartir un poco de estopa, ahora que me han puesto al lado de la mecha y con estos hijos de la gran puta llevándome el prepucio hasta el altar. Sí, ahora que he llegado donde la olla grande. A ti te voy a dar el gusto, perroflauta. Pero qué burra puede ser la gente, ¿verdad, majestad?

5 comentarios:

  1. Partiendo de la base que me gusta lo que escribe Caballero Bonald, unas cosas más que otras,y de que no he leído su discurso del Cervantes, pienso que a estas alturas de su vida, le debe dar un poco igual el no caer en desgracia de los gobernantes, más bien pienso que a su vejez, época en la que se vuelve a las raíces, le ha pasado factura sus ascendencia jerezana y no ha querido aprovechar la tribuna que se le brindaba para dar estopa.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Ese jodido miedo que atenaza. Los mariconazos fueron los otros, Lowon. El poeta, un miedica, tanto nos gustan los honores que vendemos el alma. A mi también me pellizcó lo de los desahucios de la razón.

    ResponderEliminar
  3. Me parece que en esta casa no se ha entendido a Caballero Bonald. Me parece que Lobato es rencorosillo con él porque le haya llamado burro en el pasado. Creo que el discurso del Premio es de gran altura moral: para soflamas demagógicas que hubiesen llamado a la Talegón. Si de algo peca el discurso de Bonald es de ingenuo utopismo: reivindica la poesía (y el arte en general) como clavo ardiente al que agarrarse para no caer al precipicio de la desesperación, vista la tragedia que vivimos.
    Ingenuo -digo- porque piensa que con forrar de libros los establos van a liberarse de su condición de bestias los pollinos. Porque si en el cerebro de la acémila no destella un mínima chispita de curiosidad que le impela a sostener entre los cascos (delanteros) un ejemplar de la Eneida, de poco iba a servir que tales instrumentos de liberación (animal) estuviesen al alcance de las manos (cascos) de aquellos desgraciados.
    Caballero Bonald es bueno (que se lo pregunten a la X de Cela) pero esta mayor y desencantado por lo que ve a su alrededor. Y le falla el ímpetu que en otros más jóvenes se echa de menos y se callan.
    Has sido injusto con CB, Lobato.

    ResponderEliminar
  4. Pullas y tribunas nunca se conjugaron.

    ResponderEliminar
  5. Tenéis razón. He sido injusto. A estas alturas de la vida de Caballero Bonald, bastante deja el hombre con haber escrito bien y orillar en paz entre los suyos. Pero, qué queréis, me sigue sonando a gloria ese momento de Labordeta en el congreso, cuando mandó a la mierda a todos los mierdas que se estaban burlando de él. Ese recuerdo que ya no tendré del jerezano, y mira que estuvo ahí... Me quedo con mi "burro" para siempre, qué le vamos a hacer.

    ResponderEliminar