EL SHOCK DE "MOERNIDAD" QUE NECESITA EL PSOE
Tengo un amigo dominicano, Bienvenido, que probablemente fue el que inventó la inmigración. No sé ni siquiera si Santo Domingo era independiente cuando se vino ese negro del diablo a Lavapiés, pero lleva en el barrio lo que yo, y Carlos III todavía no había hecho la comunión. Ya jubilado, con quince hijos y más nietos que lentejas caben en un kilo, ha trabajado toda su vida en la obra, aquí en España. En la obra, pero jamás ha levantado una pared. Las ha tirado. A miles. Y techos, y muros, y tabiques, y escaleras, y edificios enteros hasta aplanarlos y barrerlos con una escobilla de mesa de restaurante como si nunca hubieran estado. Unos se ganan el jornal en la construcción, otros en la destrucción. Y Bienvenido ha sido el peón de derribos más simpático, rápido y eficaz del mundo desde la chapuza del bombardeo de Dresde. Él, por dentro. Con un martillo percutor o una maza puede dejarte un bloque de cuatro pisos en lo que es un sótano por la parte de fuera, y no es que lo haya visto, es que te lo cuenta la mar de bien en los bares casi con el primer tercio de Mahou. "Y ni un chichón, compadre. Hay que sabel. Y lo primero que hay que sabel es por donde empesal, que terminal ya tú sabes cómo tiene que terminal". Ayer le pasé el teléfono de Eduardo Madina. El lunes empieza de asesor. Una alegría para todo el irredento rojerío que vamos a celebrar como se debe a la que toquen a misa en las campanas de San Lorenzo. Bienvenido es exactamente el shock de "moernidad" que necesita el PSOE.
Me parece a mí que la demolición se pronostica catastrófica
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