LITERATURA UNIVERSAL (4)
Hay autores que, sin haberlos leído, te son desagradables. Unas veces por su aspecto, otras por oírlos hablar, y a menudo por la gente que los lee. Casi siempre por la gente que los lee. Por no querer ser uno como ellos: "esa gente que lee a Isabel Allende, a Claudio Coello, a Gala, a Rosa Montero...". La numerosa cooperativa de los que leen, manos a la espalda, patinando. Ole sus huevos, que da gusto verles tan contentos con sus amores y sus arquitectos y sus desamores y sus desarquitectos, pero uno no. Con esas pintas, yo no me veo. No es que los que prefiramos a Dostoievski vayamos con greñas y un hacha en la mano para matar a nuestra casera, pero por lo menos no nos mojamos el dedo cada vez que pasamos una página. Y eso, amigo mío, es fundamental. Así que también sabemos reconocernos entre nosotros, sin alterarnos ni hostias, calladitos y más viajados que su puta madre, discretos como abrigos guardados. De modo que no comparemos. Y por una vez, que Fiodor no esté tan crispado.
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