PRONTO SURGIRÁN MARCAS DE TIZA ALREDEDOR DE SU TUMBA
Había una vez un ratoncito que entraba y salía a su antojo por un agujero de la cocina de una buhardilla que había comenzado a caerse a pedazos no hacía mucho. Siempre era a altas horas de la noche y cuando más silencio había en las ruinas de aquel cuento. El ratoncito se quedaba allí unos minutos contemplándome desde su agujero ("He ahí un ser humano en una butaca: cada día le queda menos") y luego se largaba por donde había venido a contarle a los vecinos del bloque cómo le iba al capullo del desahucio. Al ratoncito le puse Karla.
Qué año horripilante. Descanse en paz John Le Carré.
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