domingo, 29 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS EN ALGÚN LUGAR DE LAVAPIÉS (16º DÍA DE CUARENTENA)


Siempre he gastado bastante radio. Y desde el estado de alarma por coronavirus mucha. La radio en sí es más una oreja que una voz emisora. La oreja telescópica por la que escuchas más mundo que el que te rodea a la vista. Ese es su principio básico, resumiendo sentidos. Mi oreja anteojos suele ser la cadena SER, salvo algún accidente en el dial. Tiene sus momentos, la SER. Aunque últimamente está cayendo tres o cuatro veces al día en una poza de almíbar con vapores de sensiblería que me pone de los nervios. Tratan de hacer de la empatía un spray por ondas y a menudo les sale impostado, con un penetrante olor a puticlub humanitario completamente gratis, invita la casa. Estoy de acuerdo en la solidaridad y en el esfuerzo colectivo para superar la pandemia, pero escuchando objetivamente lo que escucho, me jode infinito haber vivido en el pasado con tan maravillosos congéneres y yo sin enterarme. Definitivamente, este virus nos hará mejores. Y casi sin necesidad, porque se ve que ya somos cojonudos.

Ayer me retrasé unos segundos en llegar al balcón para aplaudir con A. y mi vecino de enfrente, el del bar, me lo echó en cara. Desde su balcón le dio dos golpecitos con el índice a su reloj de muñeca, movió acusadora la cabeza y siguió aplaudiendo a lo suyo, pero en algún lugar de España murió de tristeza un pony. A su madre no la vi en el balcón de la cocina. Tampoco quise preguntarle si se había ido al bingo de Torrelodones a aplaudirle desde allí a los sanitarios. Estas cosas hay que dejarlas pasar o nos convertiremos todos en policías de balcones, lo peor de lo peor, como ya está pasando en alguna parte, parece... De ahí a vigilar quién saca el perro a la calle diez veces al día va sólo un paso.

A partir de mañana lunes se reduce la actividad económica del país a los servicios esenciales. Me gusta pensar que un tipo a solas con su tractor en un campo está realizando un servicio esencial. Yo lo he sabido desde siempre. Ahora sale en los periódicos. Este puto bicho nos va a convertir a todos en Sénecas, cuidado. A ver cómo se las apaña el gobierno para arreglar esta disfunción "comunista" cuando todo esto pase.

El cambio horario le ha quitado una hora al confinamiento. Disfrutar de una hora de menos en el aire de este domingo es lo más zen que haremos en mucho tiempo. Yo me he duchado a la una menos cinco y a la una menos veinte estaba secándome.

Leo alguno de los hitos políticos en la trayectoria "profesional" del primer ministro holandés, Marc Rutte, y me parece hasta bucólico que nos haya dado un rodillazo en los genitales a españoles e italianos cuando le pedimos ayuda a la Unión Europea hace unos días. Con los antecedentes calvinistas y filo-reaccionarios del menda nos podía haber disparado en la frente sin contemplaciones. Menuda pandilla de meapilas encorbatados la de Bruselas...

Humor negro, señor fiscal. Muere la madre de Aznar, que en paz descanse la señora, pero pienso que ha muerto de otitis aguda de tanto como le pitaron los oídos a la pobre por el insulto más frecuente que recibe a diario su hijo, el hijo de la gran.

¿En qué político se podría confiar estos días? Ni lo pienses. Sigue remando y no te distraigas.

Pienso en la voz ronca y tranquila de Fernando Simón en las ruedas de prensa cuando da las cifras de muertos, la de nuevos infectados y las nuevas altas médicas como si fuera una lista de la compra. En el fondo todo es una cuestión de estiba y de organización, pero hay que tener cuajo y actitud para no inmutarse, para no causar (más) alarma, ni tampoco aventuradas expectativas. Algo debe de estar haciendo muy bien para enfadar tanto a la derecha en este país.

Hay una fe sociológica "en este país" que casi se parece a la poza de almíbar que decía antes con la radio. "Este país puede...". "Este país sabe...". "Este país es capaz de todo cuando se mantiene unido"... Este país no ha estado unido en su puta vida y eso no es una fe, es una constatación histórica, pero sí que ha hecho cosas cojonudas, aunque por "parcelas" y casi que por individuos. No somos Rafa Nadal al resto y el Coronavirus sacando. Somos Rafa Nadal mordiendo el Coronavirus para ver si es auténtico.

Con todo, Lavapiés como país me parece fantástico. Y está dando la talla. O al menos me lo parece cuando bajo al supermercado o a la panadería "masa madre" y cuando "lo oigo" desde el balcón. Hasta Juan y su bici aplauden a su manera, percutiendo con las baquetas en la señal de tráfico que hay junto a su banco.

Aparte los rumores de infectados, ayer supe de una muerte, la de un parroquiano del bar Amanda al que "se lo comió el virus en tres días". Palabras textuales del wasap con el que me informaron. Un abuelo perenne de rutina y mesa fija que rotulaba el mismo el menú en el pizarrín que cuelgan de una alcayata en la puerta. Caligrafía inglesa y sin una falta de ortografía. Pedro. Descanse en paz el hombre.

Mi chupito no llamó. No le guardo rencor. Era pequeño, pero ha crecido tanto estos días en mi cabeza que habrá madurado. ¿Cuál es la siguiente fase de un ron añejo? No. Me niego a pensar que mi chupito también ha muerto... Eso no. Yo sé que no. Habrá otra explicación.

Vale, los test chinos que nos vendieron eran una mierda. Tomaremos café.

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