EL PRESIDENTE DEL TRIBUNAL DE CUÉNTAME
Don Ramón Álvarez de Mirinda, el presidente del Tribunal de la Cuenta de la Vieja, está en contra del nepotismo, para empezar porque él odia a sus sobrinos. Tampoco está muy a favor de la familia en general, por lo que supone de gracias a la vida, que me ha dado tanto. Ni de los allegados, esa nebulosa de prójimos próximos que a saber qué es lo que ignora de la vida y cuánto quiere cobrar por ello. Por el contrario, Don Ramón Álvarez de La Monda es partidario, y hasta partidista, de que todos los puestos de trabajo de su negociado se cubran por riguroso turno de incompetencia para las tareas a desarrollar y una puerta giratoria de secretarias afines que reciban el título de ingenieras informáticas por el mismo proceso de selección natural con que a los sapos en los cuentos los promociona una varita. En su comparecencia de ayer para explicar el supuesto rango de harén cortijero que ha adquirido con el tiempo el Tribunal de Cuenta Tres y Llévate cinco, Don Ramón Álvarez de Mi Sonda aclaró que en la institución que preside jamás se ha contratado a dedo a familiares, allegados o huríes sindicales anexas, por la sencilla razón de que él carece y carecerá de dedos índices, tal y como demostró enseñándoselos a todo el mundo (momento que recogemos en la ilustración) en un alarde de transparencia democrática y toreo abstracto que hizo llorar lágrimas de emoción a todos los políticos que, a su vez, tampoco lo habían colocado a dedo en el cargo.
No existe pueblo más embustero entre el Atlántico y el Cáucaso que el nuestro: los políticos son los exacerbación de esta tara; los futbolistas van detrás. Digo lo de los últimos porque me llama la atención la cara de víctimas inocentes que ponen los defensas centrales cuando el árbrito les muestra la tarjeta porque le acaban de partir al delantero contrario la tibia y, a veces, hasta el peroné. La cara que ponen es la misma; primero abren los ojos como platos, con asombro de que les hagan aquella imputación tan injusta, mientras se llevan las manos a los pectorales como diciendo con cara de incredulidad : ¿Yo? ¿Yo? En vista de que el árbitro no traga, le dan la espalda con una sonrisilla perdonavidas en la jeta. Qué diferencia con los jugadores anglosajones, que además de que no suelen cometer faltas alevosas, si se les va la mano casi se les escapan las lágrimas. Será la educación luterana; aquí siempre se ha disimulado por miedo a la Inquisición. Y por eso somos mentirosos hasta la náusea.
ResponderEliminarJuás. Me parto con la imagen del presidente del Tribunal de Cuentas de defensa central rompepiernas, con lo tirillas que es... Habría que imaginárselo en un partido de solteros contra casados, donde la ciudadanía es la soltera, y los casados son los fulleros.
ResponderEliminar¡Ah, La Santa Inquisición! cuánto daño sigue haciendo.
ResponderEliminarFred me ha hecho recordar el capítulo que le dedica el enorme Juan Eslava Galán en su "Historia de España contada para escépticos" y es tal cual lo expones Fred: el miedo nos ha convertido en una raza única en el mundo de mentirosos y chivatos.
Gracias por las risas Lowon, es que me marimondo contigo ^_^
P.D.: Siento no poder acudir al estreno de "Te lo juro por la crisis" tómate un vinito a mi salud y ¡mucha suerte o mucha mierda! no sé cuál es lo correcto en estos casos.
Cachis. Y gracias. Me tomaré ese vinito. Y alguno más, fijo.
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