LA MIGRAÑA DEMOCRÁTICA
De vez en cuando me entra como una migraña democrática, un dolor censal que me atraviesa las meningues y me pinza en el sistema límbico de los candidatos hasta hacerme ver las estrellas. Una jaqueca insistente y periódica en todo el ágora de mi cráneo incompatible con la convivencia y hasta con la estadística: me deja totalmente exento de ciudadanía. Cualquier ruido de encuesta la enerva hasta el alarido y el mas leve roce de un eslogan puede convertirme en un peligroso indeciso. En esos momentos de delirio político metabólico puede aparecérseme Pericles y darme con el casco en toda la intención de voto hasta dejármela nula, en blanco, inservible, como si me hubieran metido el anticuerpo de un viejo jingle de campaña por electroshock, de esos que te inhabilitan para hacer testamento o incluso para ir solito a comprar pan. Una jaqueca de las de antes de la Revolución Francesa. A pelo. Con unas alucinaciones gordas como vírgenes con obesidad mórbida en una higuera y es Esperanza Aguirre saliendo de una urna como Alien de su huevo, o Mayor Oreja, o Cascos, o Camps, o Fabra, o Floriano, o el mismísimo Aznar. Una migraña en todo el aparato úrnico que no mejora con ningún prospecto (programa) ni principio activo (partido político). Un dolor misántropo que me hace vomitar hasta la última papilla el Contrato Social de Rousseau y para el que no encuentro otro alivio que la oscuridad y el silencio, cuando no escribir y pintar en este blog como si no hubiera un mañana.
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