lunes, 3 de marzo de 2014

SOVIÉTICOS ANÓNIMOS


Lo mismo que los jugadores de fútbol más centrados se hacen luego entrenadores, los delanteros del KGB tienden a hacerse presidentes de Rusia cuando cuelgan las cartucheras. Y sin colgarlas. A tal efecto, Vladimir Putin y las matanzas de pizarra de la escuela de Beslán, la del teatro Dubrovka, la de Chechenia toda, la tarjeta roja a la periodista Ana Poiltkovskaya y la cláusula de rescisión con plutonio a Litvinenko por fichar con los ingleses. Y como en todo vestuario de fútbol machote que se precie, los homosexuales son perseguidos más allá del terreno de juego, incluidas las salas de los juzgados y los campos de tierra. Escritores, pintores, empresarios, disidentes y demócratas en general. Y patinadores. La estampa bizarra de la Rusia actual después de la desintegración de la URSS. Lo que le pasa a un pollo cuando le cortan la cabeza, pero al revés. Es la cabeza, Rusia, la que corre como loca por toda Europa. Y es Vladimir Putin el que cacarea. Sólo a él se le puede ocurrir una invasión paranormal de Crimea con soldados de despiste. "Alguien está invadiendo a alguien", como diría Gila. Los ucranianos contemplando el poltergeist de los aeropuertos crimeanos bloqueados por tropas que no están allí, George Lucas protestando por La Amenaza Fantasma II ("Tendrá su coste") y el Chivo Kunay (Yanukovich al revés) como la cabra de los gitanos rusos que es, subiéndose a cualquier escalera con micrófonos: "Yo no heeeeee dimitido"... Sobre la tristeza de la frase de Fénelon: "Todas las guerras son civiles porque todos los hombres somos iguales", la prepotencia de Vladimir Putin, para el que todos los ex alcohólicos tienen que seguir pagando en su bar. 

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